A propósito del atentado terrorista en Londres

Sólo el dolor es de los grandes países


Al igual que lo ocurrido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, el mundo entero quedó sacudido por el horror provocado por la acción terrorista de grupos que no tienen otra manera de combatir a quienes consideran su enemigo mortal. Esta vez fue Londres, antes fue también Madrid, pero nadie busca explicarse el por qué suceden tales actos, cuáles son las motivaciones reales que mueven a estos grupos a lanzar dichos ataques en plena vía pública donde sufrirá las consecuencias gente inocente. Pero, sobre todo, lo que causa cierta molestia es el despliegue informativo que merecen estos actos terroristas cuando se producen en las grandes capitales del mundo como si no existiera otro dolor u otra muerte que lamentar en otro país o continente. Pareciera que aún estuviéramos guiándonos como pequeñas colonias ambulantes al tratar estos asuntos de acuerdo a la visión que nos han traspasado en el transcurso de más de quinientos años.

Bien está que condenemos cualquier terrorismo venga de donde venga, sin embargo, obviamos lo que debiera ser evidente: Inglaterra sufre en carne propia lo que desató, junto con Estados Unidos, en Afganistán e Irak en su ambición por controlar los territorios ricos en yacimientos petroleros y gasíferos existentes en aquella vasta zona del Asia central. Y esto sería motivo suficiente para justificar que se les ataque en toda forma y momento.

Hay que entender que lo acontecido en Londres está directamente relacionado con las políticas imperialistas impuestas como terrorismo de Estado, tanto por la potencia binaria que representan Estados Unidos y Gran Bretaña, así como por sus aliados comerciales y militares, las cuales desconocen y desafían abiertamente las diferentes resoluciones aprobadas en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Derecho Internacional, los Pactos y los Protocolos y que, no contentos con todo ello, aplican sistemáticamente y a la vista del mundo entero la violación de los derechos humanos, torturando, desapareciendo, violando y asesinando a quienes sólo defienden su soberanía y territorio. No podemos desconocer, por consiguiente, lo que sucede en las cárceles de Irak, Guantánamo y Afganistán, con total y absoluta impunidad y sin que ninguna autoridad internacional sancione o neutralice semejante barbarie. Vemos cómo la ONU está neutralizada por los grandes poderes mundiales y el Presidente Bush amenaza, incluso, con desatar una guerra a cualquier nación del mundo que califique unilateralmente de terrorista y antidemocrática, contando para ello con un arsenal desde el mismo espacio exterior, como se puso en evidencia hace poco con el misil disparado a un cometa.

¿Acaso olvidamos o minimizamos las muertes, violaciones, torturas y desapariciones propiciadas por estos grandes poderes mundiales en nuestra América y en los demás continentes subdesarrollados? ¿La protección brindada por el gobierno de George W. Bush a un criminal confeso como Luis Posada Carriles...? En todo caso, el terrorismo sería el recurso de defensa con que se contaría para atacar y defenderse de aquellos que disponen de mayores recursos, tanto económicos como militares, para agredirnos suponiendo nuestra imprescindibilidad o inferioridad racial.

Los grandes poderes imperialistas del mundo no pueden pretender que se les trate con mano de seda, aún cuando hayan víctimas inocentes. Lo que debe generarse en lo inmediato es un debate serio a nivel internacional sobre lo que debe calificarse de terrorismo y adoptar medidas para erradicarlo, comenzando, por supuesto, por quienes lo han alimentado durante décadas y ahora se les revierte.-



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Homar Garcés


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