Los rectores salieron a desfilar, o mejor, lo harán mañana martes. Los comandó la oposicionista Asociación Venezolana de Rectores. Algunos tenían la ardua experiencia de Plaza Altamira. Comunicacionalmente, al igual que la desahuciada oposición, erraron en la convocatoria. Siempre los manifestantes concentran su llamado en uno o dos reclamos. Los doctores (algunos con escandalosas comillas) metieron en su morral de consignas de todo como en botica.
De acuerdo con lo que se le informó al país olvidado por la universidad, la cruzada perseguía protestar por el asesinato de los estudiantes de la Santa María. Una causa justa y legitima, pero como el fondo de la marcha es pedir 300 millardos para seguir colocándolos y distribuyéndolos a su antojo en nombre de la autonomía, el punto de los muertos resulta macabramente oportunista. Se le arruga a uno la toga y se le cae el birrete.
Otras solicitudes rectorales que los llevó a sufrir el asfalto serían la supuesta campaña en su contra del ministro Moncada y la no convocatoria del Consejo Nacional de Universidades. De lo primero, digamos que el ministro se ha limitado a informar, como está obligado por la Constitución de la República, de su gestión, de lo que le pidieron y de lo que debe entregar. Lo distinto sería hacerse cómplice por comisión (al entregar un dinero sin pedir cuentas) y por omisión, al callar. En cuanto a la no convocatoria a ese mastodonte que es el CNU, allí lo más importante es repartir el presupuesto universitario en lo que llaman “la noche de los cuchillos largos”. Ese organismo nació con el allanamiento de 1970 y el pecado original de la intervención y de cercenar la autonomía. Es un fósil por el que sólo lloran los arqueólogos de las Tres Gracias. Pero es el mal menor porque al fin y al cabo, los fósiles no hacen daño. Exorcícelo e invóquelo, ministro.
El meollo del asunto es cómo, no desde ahora, han manejado los recursos las universidades. Viajes, viáticos, fundaciones, ingresos propios, colocaciones bancarias, compras que se dividen para no licitar, no siempre fácil de demostrar pero que todo el mundo olfatea y comenta, bienes sacados de circulación casi nuevos, remodelaciones de locales a cada rato con sus respectivas comisiones, para no hablar de trabajos de ascensos cuadrados, o peor, como hacían algunas la universidades experimentales, ascensos sin presentar trabajo. En toda esta maraña, los menos beneficiados siempre son los estudiantes, obreros, empleados y profesores. Por eso se crearon las macollas, vía clientelismo, que se perpetuaban en los cargos (algunos hasta por cinco períodos) y, cuando ya no podían lanzarse, imponían a un amigo cercano o un familiar en primer grado para que la universidad venezolana siguiera siendo una fiesta y un festín.
De algo no hablan los rectores de la épica cruzada del martes: de los 46 mil millones que recibieron demás y que el ministerio, al solicitar que se limpien las nóminas, ha recuperado para la nación sin ser Robin Hood. Sólo la UCV, que recibió un millardo 200 mil bolívares en diciembre, cuando se armó el escándalo, se apresuró a decir que ese dinero está allí para cuando el ministerio lo disponga. Antes, nada había dicho. Los jóvenes asesinados en Kennedy son inocentes de toda esta ignominia con toga y birrete. De toda esta piñata y rebatiña nunca les llegará ni una flor.