Hace algún tiempo, compañero, y mientras eras Ministro de Educación me acerqué a ti para formularte algunas denuncias sobre el funcionamiento de la Zona Educativa de Miranda, entonces dirigida por tu hermano. Mi hija, una niña entonces, se coló dentro del público asistente a un evento conmemorativo de la llegada al poder del proceso bolivariano, para colocar en tus manos la misiva. Me alegró que te tomaras el tiempo necesario para conocer el contenido y que le preguntaras a ella quién enviaba la correspondencia. Sin embargo la mirada que me dirigiste, lamentablemente me reveló tus intenciones.
Demás está decir que nunca hubo respuesta a mis planteamientos, y que todas mis situaciones administrativas personales devinieron en un perfecto caos, producto quizás del mismo mal que yo denunciaba como subdirectora de un plantel educativo mirandino y Coordinadora del Programa Nacional de Formación de Educadores Misión Sucre de los Altos Mirandinos, o de la intención expresa de funcionarios que no toleran críticas porque ellos son los que detentan el poder-autoridad.
Han pasado algunos años de eso, y sé que tus destinos gerenciales han sido muy diversos. Ignoro si sigues empleando el nepotismo como práctica de trabajo, y creo que pecaría de ingenua si trato de llamar a la reflexión tuya y de todos los líderes del chavismo, del efecto funesto que ese tipo de acciones tiene sobre sus gestiones administrativas.
Sé perfectamente que los grandes problemas de Venezuela trascienden lo gerencial. Vivimos en una sociedad, en la cual sus instituciones han sido diseñadas para enajenar a sus funcionarios. Sin embargo sé también que se puede llegar a dirigir esas mismas instituciones desarticulando las macabras reglas del sistema, hasta llegar a impactar en la consciencia de las personas que nos acompañan. Creo que esa fue la intención de Eduardo Samán frente al Ministerio de Industria y Comercio, o la de Edgardo Ramírez en su breve estadía por el Ministerio de Educación Universitaria.
Pero ahora que estás a punto de ser electo como Gobernador del Estado Anzoátegui, ya no recurro a cartas privadas para advertirte sobre nada, ahora hago público el sentimiento que quizás un grupo significativo de venezolanos de a pie compartan conmigo: Un líder del proceso bolivariano no puede seguir cometiendo los mismos errores, porque sencillamente corre el riesgo de ser identificado como traidor a la causa de empoderamiento real y efectivo de los colectivos sociales.
De resultar electo como Gobernador – hecho que hasta yo me atrevería a apoyar de vivir en ese Estado, y como única opción válida para no otorgarle a la derecha corrupta y vende patria venezolana, nuevos espacios- y de seguir consolidando prácticas clientelistas y nepotistas en ese territorio, ignorando las voces de alerta del pueblo… ¿Cuánto tiempo crees que ese pueblo tardará en darse cuenta del engaño? ¿Cuál es el efecto acumulado que podrá tener una nefasta gestión como la que llevó a cabo Tarek William Saab (la cual el pueblo de Anzoátegui sobrellevó con “estoica disciplina y lealtad” al Presidente Chávez) frente a un eventual gobierno ejercido nuevamente desde las trampas del poder. Sí, desde aquel poder que te pone a discutir el Plan de la Patria, previamente entrampado con objetivos desarrollistas, y que luego te hace “coautor” y “copartícipe” de la construcción del plan y de su ejecución.
Creo que el pueblo venezolano ha demostrado ya suficiente paciencia observando cómo su ritmo de avance es proporcionalmente opuesto a la marcha de muchos de los líderes seleccionados por el Presidente Chávez para asumir el control de las instituciones del Estado. Y creo además que el tiempo que aún les queda para demostrar lo contrario, es breve.
Compañero Aristóbulo: Otra vez vuelves a tener en tus manos un compromiso extraordinario con el devenir histórico de un pueblo en lucha. Puedes intentar frenar su avance, incorporando a los arribistas y trepadores de siempre en tu tren ejecutivo, o coadyuvar en la marcha incesante del pueblo de Anzoátegui en el logro de una verdadera justicia social.
A diferencia de períodos gubernamentales pasados, las cartas están sobre la mesa. Ya somos bastantes los que no nos conformamos ni guardamos silencio cómplice con prebendas personales o carguitos públicos, y bastantes también los que construimos y exigimos efectivamente el advenimiento de otra forma de hacer política en Venezuela.
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