Doliente aún de una electrizante mordida de perra; de una perra insospechable por su azucarado, reposado y sumiso rostro que me hiciera incluso acordar de María Corina cuando está tierna (que presumo que es porque está enternecida) y, sin pararme de la cama y alimentándome solo a punta de merey y yogur descremado con kiwi, veía por VTV al vibrante y fragoroso pueblo venezolano frente y alrededor de la Asamblea Nacional. Se iniciaban las sesiones del nuevo año y se elegiría su nueva junta directiva, justo, cinco días antes del sacralizado 10 de enero, cuando Chávez continuaba su agotadora lucha en La Habana. El flamante Ernesto Villegas –la revelación burocrática del 2012- exhibía su honesta lucidez, su humildad enaltecedora y su inflexible compromiso con la Revolución. El pueblo alegre. La fuerza Armada de rostro muy severo, como queriendo significar: pueden reírse, porque estamos atentos a cualquier embate conspirador. Y la fuente del patio interior de la Asamblea incansable lanzábale agua democrática al cielo de la Patria, cuando entró la cadena nacional.
Diosdado solo, en el puesto de la directiva, habló precisamente del pueblo venezolano en la introducción de su breve alocución, y fungió, como director de debates, para la designación de la nueva junta directiva, invistiendo a Elvis Amoroso -al sempiterno, Elvis Amoroso- como secretario accidental. Ordenó entonces verificar el quórum y lo había de sobra, acotando de inmediato: “Aquí las decisiones se toman por mayoría”, como para que no quedara duda de lo que allí iría a ocurrir. Y Bolívar, presente, en cuerpo y alma.
Tiene la palabra el diputado Fernando Soto Rojas, dice Diosdado. Y luego de ofrecer una breve reseña de lo que fuera 2012, como por ejemplo, lo positivo que resultara para la economía y para la política financiera (5.5% de crecimiento, inflación por debajo de lo previsto y reducción del desempleo), para Chávez y para la región, cuando el capitalismo mundial masculla; para la estabilidad política que presenta el país, donde los cinco poderes del Estado venezolano funcionan, propone entonces la siguiente plancha sin dejar de aclarar que había sido concebida, por consenso, dentro de PSUV: él como presidente, Darío Vivas, como primer vicepresidente y Blanca Eekhout como segunda; y, como secretario, Iván Zerpa, quien por cierto exhibía de manera regocijada, una panza prohibitiva ya, por riesgosa. Una recomendación cariñosa, para el camarada: rebájela a la mitad, por favor. Y como sub secretario, Víctor Clark. ¡La Revolución continuará! exclamaría Soto Rojas para consumir su tiempo reglamentario.
Tiene la palabra ahora el diputado Ismael García, anunciaría Diosdado. (¡Hay papá! dije antes de saborear otra cucharada de yogur). El inigualable Ismael se notaba muy nervioso, gesticulando como con sospechosa incoordinación, viéndosele incluso hasta los labios mustios y torcidos como si estuviera siento atacado por un tétanos sobrevenido. ¡Dios lo salve! No dejé de sentir compasión por él. Y expondría que para aspirar a la presidencia había que hacer un balance de la gestión del diputado, como pretendiendo descalificar de entrada a Diosdado, obviando, por supuesto la de él, que había sido toda una calamidad, tanto en la comisión, como en el hemiciclo. Que la directiva debía ser plural. ¿Plural con quién? ¿Con conspiradores y enemigos del pueblo, como él? Que el país necesita unidad. ¿Unidad con quién? A menos que el diputado estuviera haciendo referencia a “unidad monetaria”… Exhibió una gran “generosidad” al reconocer que Chávez seguiría siendo presidente sin que se juramentara el 10 de enero. Lo demás constituyó un chorizo de ataques políticos baratos, muy propios de su “mercé”. Fue cortado.
Tiene la palabra el diputado Pedro Carreño, anunció Diosdado, quien fue burlón (Carreño, no Diosdado) en relación a las dos mitades y significó un cuadro ezquizofrénico en Ismael García, e invitó a revisar el record de asistencia de los parlamentarios escuálidos para que se dieran cuenta de lo irresponsables que resultan. Y dio apoyo a la proposición de Soto Rojas.
Tiene la palabra el diputado Hiram Gaviria, dijo Diosdado. Este diputado siempre sereno, elegante. La verdad es que desluce en esa nidada de malandrines y malandrinas, que es la zona “roja” de los opositores en el hemiciclo. Se preguntó si la democracia estaba funcionando. ¿Cómo qué si está funcionando? le contesté cuando otra cucharada de yogur y dos mereyes pasaban por mi guargüero y casi que me ahogo… ¿Hay inclusión? también se preguntaba Gaviria. ¿Inclusión? ¡Demasiada inclusión! le respondí luego de sentirme a salvo de atragantarme. Lo cierto es que el diputado elegante terminó resultando un sofista también elegante. ¡La república está enferma! proclamó por último para proponer entonces como primer vicepresidente al salista y “hoja limpia” de Carlos Berrizbeitia. Pero quizás Pedro Estrada la tiene más limpia.
Tiene la palabra el diputado Earle Herrera, profirió Diosdado. ¡Podemos convertir el 10 de enero en un 13 de abril! espetó casi de entrada. Lo que le faltó decir fue que, ¡así es que déjense de mariqueras, pues! Pero lo significó. Designen una comisión para que salga y vea el rostro de Chávez en esa multitud. Se van a asustar. Y nosotros no somos sus representantes; somos sus voceros. Y el pueblo no quiere que ustedes estén en la directiva de la Asamblea, terminó diciendo Herrera, con un discreto dejo de ironía.
Y por último Diosdado le dio la palabra al diputado Juan Pablo Fernández, cuyo rostro es una combinación computarizada del de su padre, Eduardo Fernández, y del de su madre, la menuda Marisabel Reina Calvani. La ventaja del diputado es que nunca necesitará de una prueba de ADN mitocondrial, para probar que desciende de sus padres. Le bastará con mostrar una foto de ambos, y quedará demostrada la filiación, indubitablemente. ¡Qué bárbaro! Su discurso fue decoroso y por ello respetable; pronunciado con corrección democrática, dentro de ese conjunto de hormigas carnívoras, que es su “fracción parlamentaria”. Propugnó por una directiva plural en pro de la necesidad del diálogo y de la no confrontación porque es el país el que nos tiene que interesar para ponerlo por encima de diferencias e intereses personales. En fin, si no fuera porque su padre es conmilitón de esa bazofia ideológica, llamada Aznar, y porque él mismo, también pudiera serlo, diría que su discurso tuvo trazas de sinceridad.
Y la propuesta de Soto Rojas fue la aprobada al ser sometida a votación.
Luego el poder Popular juramentó a Diosdado de una manera conmovedora. Y Diosdado juró, como revolucionario, jamás traicionar al pueblo y darle cumplimiento a los dictámenes políticos de Chávez (a los cinco objetivos históricos).
Pienso que con ese juramento no hay caídas, y no habrá cortaduras. El rostro de María Corina era el rostro mismo de la oposición cuando veía al de Diosdado: descolorido y agarrotado; entérico… ¡Exangüe! Era como si estuvieran viendo al mismísimo chupacabras…
Pero el inolvidable Joselo había fallecido dos horas antes. ¡Cómo hubiese gozado él, esa sesión! Paz a su alma, agradeciéndole mucho los momentos de carcajeo que me hiciera disfrutar en mi juventud. Tal vez ellos me han mantenido vivo.
Luego afuera congregados con el pueblo, que no pudo estar en el hemiciclo, Diosdado y Nicolás dijeron estar unidos como hermanos.
Pero observo yo:
¡Unidos como hermanos, no; unidos como hermanos, unidos, sí!
¡Viva Venezuela! ¡Viva la Revolución! ¡Viva Chávez!
canano141@yahoo.com.ar