Hace tiempo desarrollé mi propia teoría sobre esas personas especiales que la humanidad recuerda con amor: todas lucharon por una causa justa.
A veces le he dicho a mis compañeros de tertulia ideológica: “la juventud se pinta al Che en el pecho y le cantan decenas de canciones, pero quién se acuerda del que mandó a matarlo”.
La prueba más fuerte de esta hipótesis es Jesús de Nazaret.
Dos mil años después de su martirio es seguido por varias religiones que congregan a gran parte de la humanidad en todos los continentes, y muchos no creyentes nos conmovemos con su ejemplo y admiramos sus enseñanzas.
¿Quién le escribe un poema a los Bush?
Los pueblos aman a Cristo, Mahoma, Buda, Bartolomé de Las Casas, Guaicaipuro, Túpac Katari, Bolívar, Gandhi, Luther King, El Che, Lumumba, Mandela, Sandino, Teresa de Calcuta, Rosa Luxemburgo, Violeta Parra, Lennon, Serrat, Whitman, Cantinflas, Chaplin.
Los pueblos no aman a Hitler y sus similares: Stroessner, Pinochet, Netanyahu, Sarkozy, Uribe, Aznar.
Muchos hombres han querido ser los más amados. Todos queremos ser amados al menos por nuestras familias. Necesitamos como el aire el amor de la mujer amada. El amor de la pareja en general. El amor de las amistades.
Algunos llegan a necesitar el amor de las multitudes. Anónimos. Desconocidos. Inasibles. Pero siempre dispuestos a las entregas fértiles.
La gente ama al médico que le proporcionó alguna cura, algún alivio. Cómo no amar a la maestra que nos arropó en la soledad de la infancia con mimos y saberes. Se ama al buen padre que es soporte, compañero y guía. Y existe el amor más mayúsculo e inagotable que es la espiral de agradecimiento a la madre eterna que nos dio vida. Este amor escapa de definiciones cuadradas.
A comienzos de esta segunda década del siglo XXI, hemos conocido al hombre más amado de la humanidad. Confieso que es un fenómeno absolutamente extraño y difícil de interpretar. No me creo yo con las capacidades para interpretar este acontecimiento.
Pero es una realidad incontrastable que Hugo Chávez es hoy el hombre más amado de la humanidad. La proeza es aún mayor si tomamos en cuenta la campaña universal que los medios de comunicación han puesto en marcha para desacreditarlo. Prueba fehaciente que los pueblos ya no son presa inerte de sus cazadores.
La derecha le creó una imagen de ogro, mientras él abrazaba al desvalido y jugaba con los niños. Lo llamaron tirano y las libertades fueron solo rutinas de su andar combatiente.
Una humanidad clama por la salud y la vida de Chávez, en todos los idiomas, desde todas las creencias.
Él sabrá corresponder.
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