Dogmático es quien asegura que no cambia de opinión ni aunque le demuestren que está equivocado; lo cual lo convierte en un fanático intolerante e intolerable.
La deformación vital del intelecto, que nos ancla a etapas inferiores de la evolución, ha sido manejada por las ideologías de cualquier naturaleza: religiosas, racistas, militares, económicas, políticas, y hasta deportivas, como lo demuestra el apego de los hinchas a los equipos fracasados.
Por eso, respeto a los creyentes pero critico todas las creencias, los gustos, las opiniones, las convicciones, las ideas, los discursos y las ideologías.
Me guió por la moraleja que Anthony de Mello le puso a su texto “Ideología”, a saber: “Si tienes que escoger entre el dictado de un corazón compasivo y las exigencias de una ideología, rechaza la ideología sin dudarlo un momento. La compasión no tiene ideología”.
Adoptar consecuentemente esta actitud es, posiblemente, la única manera de superar los determinantes históricos, artificiales y perversos, que nos vuelven arbitrariamente desiguales en derechos, dignidad y respeto.
Se propone explorar los caminos que nos permitan recuperar los determinantes divinos que nos inspiran a todos, así nos consideremos mutuamente rivales por obra de las ideologías que nos separan y que los enemigos comunes exacerban para impedir que nos identifiquemos como miembros de la misma especie, amenazados por los mismos enemigos y obligados a enfrentar y superar los mismos retos.
A todos nos afectan las convicciones infundadas de superioridades falsas que se atribuyen los potentados (sobre todo los sionistas y demás banqueros y plutócratas de alto nivel), porque nos niegan el mayor tesoro aportado por la Vida.
Éste sería la singularidad de cada uno, que nos vuelve distintos y capaces de hacer aportes únicos; pero que no indica superioridades ni inferioridades para nadie, aunque las sociedades piramidales, dominantes en la Historia, las estimulan para poder mantener sus instituciones opresivas, su destrucción acelerada de la biosfera y su esclavitud de las mayorías.
No obstante, la identificación y el reconocimiento de estos valores humanos y universales, son muy recientes en términos históricos.
Uno de sus mejores promotores fue Jesús de Nazareth, nuestro tergiversado guía crístico, apenas hace dos mil añitos; aunque desde siempre la dignidad intrínseca del ser humano no ha dejado de inspirar a soñadores ni de alimentar levantamientos de esclavos.
Por fortuna, las generaciones actuales disponemos de los medios materiales, necesarios y suficientes, para superar la mezquindad, la ruindad, la mediocridad, la codicia y la perversidad imperantes en el atroz y fructífero período antropológico que llamamos Historia.
Atajos fundamentalistas
Si negamos los hechos bien documentados, con el argumento de que no fuimos testigos directos porque no estábamos allí cuando sucedieron, nos condenamos a la ignorancia.
No obstante, la cuestión asume tonos irracionales cuando creemos lo que tampoco hemos visto porque los presuntos y autodenominados intermediarios de dios, cuando no dioses ellos mismos, aseguran que existe y es como ellos deciden describirlo e interpretarlo.
Y se vuelve horrorosa y absolutamente patética y despreciable cuando los escépticos del conocimiento objetivo –pero defensores incondicionales del irracional e infundado- consideran que es su obligación indeclinable con su dios y sus creencias particulares, negarle sus derechos al hereje incluyendo, con demasiada frecuencia, el de vivir sin compartir la fe de quien quiere catequizarlo o, simplemente, suprimirlo.
Que cada uno crea lo que quiera, siempre y cuando su creencia no lo induzca a abusar consciente y deliberadamente de los demás, con plena impunidad garantizada por los dogmas de la ideología que motiva sus actos de intolerancia y falta de respeto por los derechos ajenos, así se trate de los de un diferente irreductible o de los de un correligionario transgresor de su arbitraria moral.
Reivindicamos la libertad pero no le reconocemos a nadie derecho a pisotear la ajena. Detestamos la violencia, pero no prohijamos la cobardía sino la racionalidad que nos permite convivir civilizadamente, tolerándonos mutuamente así nos detestemos.
Somos partidarios del cambio incruento que ha de surgir cuando las masas amorfas y fanatizadas se conviertan -como está sucediendo a la vista de todos y a un ritmo cada vez mayor- en multitudes conscientes que se niegan a matar semejantes para que los potentados continúen disfrutando de privilegios que no tienen ninguna justificación pero que degeneran la Vida de los seres humanos dignos y evolucionados.
Exigimos paz, igualdad, justicia, respeto y dignidad, como características fundamentales de las sociedades planas que han de restablecer nuestra valía universal como seres hechos a imagen y semejanza de Dios, según nos dijo Cristo que éramos, confirmando las enseñanzas de otros maestros, como Buda o Confucio o Zoroastro.
Cada uno tiene la oportunidad de intervenir, incluido tú. Tu conciencia ha de orientarte si conservas tu individualidad y te sientes digno; si te amas, pues podrás amar a los demás.
Si no te amas, estás perdido y condenado a sacrificarte para que los enemigos comunes nos sigan oprimiendo y engañando a quienes repudiamos a los sicópatas.
Serías incapaz de “amar al prójimo como a ti mismo”, que es en lo que consiste el resumen de la ley, según opinión del lúcido Jesús, siempre tan irreverente y fustigador de los hipócritas, a quienes llamó “sepulcros blanqueados”. No obstante, éstos siguen tergiversando y explotando al Maestro… en beneficio de los enemigos comunes.
En términos laicos, esencialmente humanos y objetivos, independientes de las ideologías que nos separan y confrontan, según lo sostiene Antoni Domènech en el anexo “La humanidad es una sola”: “somos, biológica y cognitivamente, una especie enormemente homomórfica, y es muy fácil la comunicación entre todos los seres humanos”.
Por fortuna, las multitudes lo están entendiendo en la medida en que se relacionan y se reconocen como integrantes de la misma especie y amenazados por los mismos enemigos, agazapados éstos en el Nuevo Orden Mundial impuesto por los sionistas del Club Bilderberg.
Con su esperpento humanicida y ecocida, estos miserables pretenden ahogar la Sociedad Democrática Global que las mayorías están forjando como su respuesta mundial contundente… Pero cada vez más gente de buena voluntad y corazón manso apoya esta solución universal y democrática. Nadie ni nada ha de impedir que tú también lo hagas, si te nace ser libre.
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Yo soy como el espinito
que en la sabana florea
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea
ajmachete@gmail.com