Una discusión que se está dando, entre personas que apoyan el proceso dirigido por el presidente Chávez, se refiere a si es realmente posible garantizar que todo el mundo obtenga un grado universitario o si, por tratarse de educación compleja y dirigida a formar profesionales que deben resolver problemas individuales y sociales, sólo serán exitosos en dicha meta quienes tengan las aptitudes, capacidades y motivación necesarias, como acertadamente lo señala nuestra Constitución de 1999. Estoy dentro de quienes apoyan este último postulado, entre otras cosas porque siempre he creído en la práctica, como único criterio de verdad definitivo, y no conozco ningún caso (práctica social), de país capitalista o socialista, donde ese deseo se haya alcanzado en forma universal, como dicen y aspiran quienes soportan que todo el mundo puede tener un grado universitario.
Lamentablemente, la discusión se ve empañada por la visceralidad que muestran algunos de los involucrados en la discusión, quienes consideran que el planteamiento constitucional es producto de posiciones “segregacionistas”, de “agentes de la contrarrevolución” y de una suerte de maldad innata que es propia de quienes mantenemos ese punto de vista, que nos hace disfrutar con la exclusión y el fracaso de los estudiantes. Estos señores ven sólo ofensas en cada argumento que no pueden rebatir y, al final, terminan presentando hechos que contradicen su posición. Al señor Mosquera, persona con quien he mantenido una polémica en relación con el caso, le repito que mi idea no es ofenderlo, ni pude encontrar una sola ofensa a su persona en mis artículos anteriores, pero sí le dejo claro que rebatiré sus argumentos cuando éstos no sean suficientes, no sean pertinentes y cuando se tornen contradictorios.
Para empezar debo decir que la palabra “universidad” no significa “universalidad”, independientemente que la universidad sea universal o “universalizable”, como algunos dicen ahora sin mucha base teórica. Universidad significa gremio o colectivo. El “universitas” magistrorum et scholarium, es decir el “gremio o colectivo de maestros y alumnos”, que nació a comienzos del siglo XII y que se ha mantenido, cambiando junto con la historia, hasta nuestros tiempos.
Esa institución hoy es centro del pensamiento complejo, de los estudios a profundidad, del progreso del conocimiento y el desarrollo de las ciencias, a través de la investigación científica y humanística y de la teorización; de la formación de profesionales y especialistas, quienes tendrán la obligación y responsabilidad de resolver los problemas individuales y sociales que se presenten, sin importar su dificultad, y cuidar de no cometer errores, pues éstos tienen consecuencias funestas y catastróficas para la gente y las sociedades. Aquí no se trata de formar personas con mayor nivel cultural o de conocimientos, para la discusión o el discurso refinado, sin que esto implique una actividad práctica consecuente, necesaria y responsable. Todo lo contrario. Allí es que surge la diferencia entre uno y otros en la discusión que llevamos adelante.
Se nos pone como ejemplo a Cuba, donde se está “universalizando” la universidad. Pero inmediatamente se nos habla de los exámenes que elaboran y realizan para escoger los más aptos en determinadas carreras, lo que significa entonces que la admisión no es libre, pues no todos pueden estudiar en la universidad. Tienen las respuestas en los ejemplos que traen a colación, pero no la ven. Y no la ven porque en su fanatismo se han enceguecido, porque han ideologizado el tema y lo han convertido casi en un “revolucionómetro”, con el cual pretenden juzgar y dictar las sentencias correspondientes sobre en cuál campo de lucha está ubicada la gente.
Estoy hablando en el 2005. A lo mejor la raza humana se desarrollará tanto en los siglos venideros, que permitirá que todos puedan acceder a un grado universitario. Posiblemente, como también ocurre hoy, el límite superior del conocimiento también se elevará y no todos esos profesionales podrán ser especialistas ni investigadores. Pero en el 2005 tenemos otras tareas que son prioritarias y que se deben cumplir antes de la “universalización” de la universidad. Tenemos que “universalizar” la lectura y la escritura. Hay que “universalizar” los lenguajes: matemática y castellano.
“Universalicemos” el conocimiento básico de las ciencias, la historia y la geografía; el comportamiento como ciudadanos, el acceso a la cultura y a la actividad deportiva; la conducta ética y la moral. Y sigamos aclarándonos la mente.