Si algo tiene el chavismo es gente comprometida con la revolución, gente
que ama al Presidente y gente que sueña con una patria mejor… pero,
lamentablemente, también tiene otros especímenes.
Me refiero a los “habladores de paja” que entienden por crítica el
dedicarse a hablar mal de cuanto camarada ha logrado destacarse en una
función o área. No escapan a esta definición (habladores de paja) los que
por autocrítica entienden el montarse en un auto a criticar a los demás.
Resulta innegable el valor de la crítica y mucho más el de la
autocrítica, pero el lanzar acusaciones y hacerse eco de rumores,
campañas y guerra sucia no tiene nada que ver con la intención del
Comandante al invitarnos a hacer uso de estas dos herramientas como forma
de avanzar y corregir desviaciones.
La derecha está consciente del vicio de los habladores de paja y lo
aprovecha al máximo para hacerle daño a la Revolución Bolivariana.
Cuando algún periodista, dirigente o funcionario destaca en un área
determinada, de inmediato se transforma en objetivo de los laboratorios
de guerra sucia. Siempre con la certeza de que su campaña será asimilada
como cierta y repetida por algunos chavistas, que se creen más puros que
la madre Teresa de Calcuta o más chavistas que Chávez.
Es esta estrategia de la derecha (repetida por los mencionados) la que
hace propietario a Diosdado Cabello de cuanto edificio, centro comercial
o hacienda hay en Venezuela. A través de ella se transforman en
narcotraficantes a nuestros militares y dirigentes; en homosexuales a
mucho camarada; en ególatras a nuestros comunicadores y en corruptos a
todos los que ocupen cargos públicos y sean eficientes.
Los he definido como habladores de paja, pero bien podrían ser también
llamados pendejos, infiltrados o tontos útiles. Lo cierto es que, por
sólo tomar un ejemplo, de hombres que como Pérez Pirela o Mario Silvas
que dedican largas horas de trabajo a desmontar las campañas mediáticas
de la derecha; a ellos solo le interesa que son pantalleros, que tienen
escoltas o que viven como burgueses.
Habiendo tanto que enrostrarle a Ledezma, a Capriles, a Ramos Allup, a
Pablo Pérez, a Evelín Trejo, al gato y pare usted de contar; cómo es que
estos que se definen como “chavistas duros” prefieren dedicar su tiempo a
hacer pedazos a los nuestros.
¿Son, en verdad, chavistas? Dígalo usted