Hoy se cumplen 14 años de la primera juramentación como Presidente de Hugo Chávez. ¡Cuánta agua ha pasado bajo el puente! Muchos indicadores podrían ponerse sobre la mesa y pasaríamos horas argumentando sobre cómo se ha hecho justicia social a través de la atención a las prioritarias necesidades del pueblo en materia de de salud, educación, vivienda, cultura; sobre cuánto se ha avanzado en materia económica una vez que los recursos del Estado comenzaron a emplearse en beneficio colectivo y no de pequeños grupos; sobre cómo los indicadores de desarrollo nacionales e internacionales demuestran los aciertos de la gestión de gobierno; sobre cómo la disminución de las desigualdades sociales ha significado un mejoramiento sustancial del nivel de vida general de la población; sobre cómo se ha logrado una avance exponencial en los niveles de inclusión social de los sectores sociales tradicionalmente excluidos… A estos y a muchos más indicadores pudiéramos dedicar este espacio, pero ni la más compleja combinación de ellos ofrecería tanta información sobre el sentido cabal del ser y del hacer en este proceso político como la sonrisa de una joven que una vez satisfechas sus necesidades elementales -y las no tan elementales también-, crece feliz. En otro febrero, el de 1819, Bolívar se refería a ello al afirmar que “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.” En Revolución, la construcción de ese sistema es lo que debe permanentemente ocupar los esfuerzos colectivos, con suma vigilancia en la garantía del cumplimiento de los distintos procesos sociales.
Han sido 14 años de construcción diaria, de muchos avances acelerados y también de algunos lentos, de experiencias exitosas y de otras tantas perfectibles, de importantes aprendizajes y de aún mucho por comprender, de definir y construir una nueva correlación de poder cuando este tiempo histórico reclama es asumir el protagonismo popular. Mucho se ha hecho y aún resta mucho por hacer, colectivamente. Entre todos, seguiremos aprendiendo, haciendo y transformando para que la Revolución, esa linda jovencita que recién comienza la vida, siga creciendo sana y fuerte. Es nuestra responsabilidad seguirle allanando el camino para que alcance una estupenda adultez.
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