El Gobierno y sus operadores políticos deben tomar un instante de sosiego para la reflexión, acompañado de un respiro profundo, como llenar una botella, que se sienta que se abren las costillas, seguida de una espiración tranquila, suave; luego de hacerlo varias veces, ver el movimiento general y complejo de la realidad y sus contradicciones; es decir, en términos populares “veamos el bosque”.
Es necesario trascender lo táctico y el diario combate bomberil, el Comando Político de la Revolución y sus asesores deben ver el mapa estratégico, el cuerpo país-nación-entero y sus conexiones exteriores.
Es un todo concreto, en movimiento con fuerzas y factores sociales con proyectos irreconciliables.
Hay que dar el salto cualitativo de la coyuntura que tuvo su momento de respuesta táctica en “candelita que se prenda, candelita que se apaga”.
No se trata de unos tarifados mercenarios que arrastran a jóvenes ignorantes para encadenarse en una embajada y así vivir una aventura extrema que contar a sus hijos.
Venezuela está sometida a un ataque sistemático y combinado de Guerra de IV Generación en su fase de desestabilización, generando caos y desgaste del Gobierno y la población.
Toda la información de los medios en manos de la oposición tiene dirigidas sus baterías a crear la percepción de ingobernabilidad y caos; es obligación ver el mapa estratégico: acciones de la contrarrevolución y revisar nuestras acciones y contradicciones.
Es una guerra que también está dirigida a manipular a la opinión pública internacional.
El caos y el desgaste estancan y desmoralizan. La contraofensiva y ofensiva revolucionaria deben ser globales y contundentes.
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