He afirmado que las discusiones científicas, sobre todo si se dan entre académicos, deben ser serias, respetuosas y respaldadas con datos concretos de la realidad, obtenidos a través de investigaciones propias o de otros o a través de la teorización basada siempre en la práctica. No estoy de acuerdo con la descalificación a priori del adversario, ni con calificativos denigrantes de sus posiciones. Esto no significa que en determinados casos no se califique o que yo no haya calificado erróneamente algunas veces.
El profesor Mosquera, sin conocerme y sin estar interesado en conocer nuestra labor académica, como lo dice en uno de sus últimos artículos, ha descalificado mis planteamientos en relación conque no todo el mundo tiene las aptitudes, capacidades ni motivaciones, para estudiar en la universidad, como lo señala la Constitución aprobada por el pueblo en 1999. A mí sí me gustaría conocer la obra del profesor Mosquera, entre otras cosas, para ver si vale la pena seguir esta discusión.
De las cosas que dice del contenido de mis artículos, se desprende claramente que no los entendió, ya que en su descalificación llega a afirmar que de ellos se puede desprender, que durante este gobierno se incrementó la iniquidad en el ingreso de los aspirantes a las universidades. Olvida que las comparaciones se efectuaron entre la admisión de 1984 y la de 14 años después en 1998, fechas en que Chávez todavía no había obtenido la Presidencia de Venezuela. Dice también que no se puede comparar lo que nosotros comparamos, por tratarse de resultados de una prueba (¿?). Nosotros estudiamos la demanda satisfecha por nivel socioeconómico, tipo de colegio de proveniencia y región geográfica de procedencia de los aspirantes, en dos procesos diferentes, lo cual es ordinariamente hecho por muchísimos especialistas en este campo. Lo que ocurre es que así como no todos pueden alcanzar el grado de licenciado, tampoco todos los licenciados pueden ser luego profesores universitarios, ni doctores, ni mucho menos investigadores consuetudinarios. No todos entienden los resultados de una investigación y entonces la califican de “expedición de pesca”, pues ése es el lenguaje que están acostumbrados a utilizar, en el medio donde ordinariamente se desenvuelven.
La descalificación sin bases de los trabajos de investigación es un arma utilizada por quienes no tienen trabajos de investigación propios o ajenos que demuestren lo contrario. Acuden a referencias generales o se lanzan en los brazos enemigos. Así, llama la atención que el profesor Mosquera se apoye en una opinión prejuiciada del vicerrector académico del momento de la Universidad Simón Bolívar (USB), profesor José Luis Palacios, quien, sintiéndose cuestionado por nuestros resultados, que demostraban que la selección de la USB siempre había sido injusta en detrimento de los pobres, se defendía atacando impropiamente nuestro trabajo y afirmando que sus pruebas internas no excluían a los pobres, ni a los alumnos de colegios públicos, ni a quienes vivían en regiones alejadas y atrasadas del país, que era lo que nuestros resultados habían develado. O sea que la visceralidad de Mosquera lo ha llevado a estar del lado del profesor Palacios en la defensa de la selección que hacen las universidades, entre ellas la USB, y para ello no vacila en descalificar los trabajos que ponen de manifiesto las injusticias de esa selección. Esto no es más que una nueva demostración de que las posiciones extremas, de izquierda y de derecha, terminan juntándose y confundiéndose en una misma posición.
Mi convencimiento de que no todos pueden ir a la universidad está basada, además, en que no existe ningún país en el mundo, ni existió durante la vigencia del socialismo, donde todos los adultos del mismo tengan un grado universitario. El régimen educativo cubano es bastante exigente y selectivo, pero no discrimina por razones distintas de las aptitudes, capacidades y motivaciones. Esa exigencia es la que le ha permitido estar por encima, en determinadas disciplinas, de los países capitalistas desarrollados. Le permitió, incluso, estar por encima de la Unión Soviética en el sector salud, pues sus médicos fueron preparados con profundidad en todas las disciplinas. Le permite hoy estar en la punta en ingeniería genética, en producción de vacunas y en biotecnología.
He dicho que se requiere poseer un pensamiento matemático de determinada complejidad, para asumir exitosamente los estudios universitarios. Nunca he dicho que ese razonamiento matemático lo tengan solamente los blancos, los ricos, los nacidos en Alemania o la gente de ojos azules. Acusarme de compartir esa posición con otros es un invento del profesor Mosquera, que rechazo totalmente porque es calumnioso y coloca en mi boca cosas que estoy muy lejos de decir. Esa actitud es inaceptable en una discusión seria.
Nunca apoyé a quienes decían que los hombres eran más inteligentes que las mujeres porque sus cerebros pesaban más, independientemente de que el peso cerebral tiene relación con la inteligencia. Pero tampoco estuve con las personas que decían que los cerebros de hombres y mujeres eran iguales. Los hombres y las mujeres son diferentes, afortunadamente, y los seres humanos disfrutamos esas diferencias. Los estudios neurofisiológicos y neuroquímicos han demostrado que los cerebros de los hombres y de las mujeres son diferentes. Hoy se sabe que hay cerebros femeninos y cerebros masculinos. Las mujeres tienen mas desarrolladas determinadas funciones cerebrales que los hombres y éstos, por su parte, tienen mejor desarrolladas otras funciones. Cerebros diferentes no significa desiguales biológicamente y, mucho menos, seres diferentes socialmente. Es fácil entender esta realidad, si no se ideologiza el debate, como fue común en el pasado en discusiones sobre estos temas con compañeras feministas.
En defensa general de mis trabajos diré que es más importante la opinión de los árbitros que evaluaron esos trabajos y aceptaron su publicación en revistas acreditadas, que las opiniones prejuiciados de Mosquera. Se trata en general de personas especializadas en el área que, independientemente de sus posiciones ideológicas y políticas, dieron un veredicto lo más objetivo posible. Son 11 las investigaciones en el campo educativo publicadas entre el 2000 y el 2004; de ellas, 4 son sobre el tema de la ausencia de equidad en la admisión de los estudiantes a la educación superior en Venezuela, y están publicadas en la Revista de Pedagogía de la UCV, tres de ellas, y en la Revista Venezolana de Gerencia de LUZ, ambas reconocidas por el FONACIT e indizadas internacionalmente. No creyeron estos árbitros que los trabajos realizados fueran expediciones de pesca.
Casi inmediatamente aparece el libro de Morales Gil sobre la exclusión en nuestras universidades. Con nuestra misma metodología de trabajo, él efectúa un estudio más extenso, pues examina todos los procesos de admisión en poco más de dos décadas. Su trabajo fue presentado como tesis doctoral en la USB y el jurado, donde afortunadamente no estaba Mosquera, le dio mención honorífica y recomendó su publicación. No pensaron estos académicos miembros del jurado, que se trataba de una “expedición de pesca”, a pesar de que su universidad, la Simón Bolívar, aparecía cuestionada por los resultados junto con las otras. Parece mentira, tanto que se dice de lo reaccionario de los profesores de la USB, y en este caso no adoptaron la posición de defensores a ultranza de su institución, ni descalificaron el trabajo de Morales Gil. Qué diferencia con el “revolucionario” profesor Mosquera, quien en la edad media hubiera formado parte de los inquisidores que quemaban brujas en campos y ciudades y perseguían a quienes con sus resultados científicos cuestionaran en alguna forma los dogmas religiosos. Con razón el profesor Mosquera trae a colación el tema de las “brujas de Salem” en su artículo.
Los resultados de Morales Gil, obtenidos independientemente de los nuestros, pero con metodología similar, demuestran exactamente lo mismo que nuestras publicaciones sobre la materia: los mecanismos de selección de las universidades son injustos y favorecen la exclusión de los más pobres. El libro de Morales Gil fue publicado por la OPSU durante el período que fui director de la misma. El presidente Chávez lo presentó y elogió en su programa “Aló Presidente. Éste, junto con los otros 45 libros publicados, debe ser uno de los daños, a que se refiere Mosquera, que le he hecho al proceso revolucionario.
Otro daño debe ser el fideicomiso de 16 millardos de bolívares, que hoy alimenta las becas de todos los estudiantes muy pobres que ingresan a la educación superior por el proceso nacional de admisión. O las casi 180 salas de computación (Bs. 12 mil millones), para el uso de los estudiantes, ubicadas en todas las instituciones de educación superior oficiales, que permiten, sin costo ninguno para ellos, acceder al conocimiento nacional y universal; o quizás la dotación de libros de texto de todos los semestres y de todos los programas de pregrado (Bs. 17 mil millones), que hicimos a universidades, colegios, institutos y escuelas militares del país. O el haber podido otorgarle, por primera vez en sus 30 años de funcionamiento, un presupuesto anual a los estudios universitarios supervisados de la UCV; o el haber iniciado la formación de relevo profesoral, mediante la incorporación de 300 profesores universitarios, como becarios de estudios de doctorado en el país, completamente financiados por la OPSU; o la inversión en construcción, finalización, remodelación y reparación de infraestructura, en todas las universidades (Bs. 60 mil millones), que le permitió a cientos de miles de estudiantes tener edificaciones docentes, aulas, laboratorios, bibliotecas, comedores y servicios médicos, decentes y equipados, en todas las universidades oficiales.
No quisiera volver sobre este tema y así lo haré, a menos que las calumnias sean de tal naturaleza que no se puedan dejar pasar.