Es casi una ducha de sofismas pensar que se logre un alineamiento político, cualquiera que este sea, a menos que se acuerde previamente sobre grandes temas políticos e ideológicos.
Es pueril que la agenda de la unidad, la inicien por el flanco mas fashion e insípido del guión: la discusión del nombre del candidato.
Fatal, cuando al pueblo lo que le interesa es saber para que lo eligen. E allí su primera gran traba. Así evitan reconocer si su doctrina es la neoliberal, sus ideas van hacia la izquierda o la derecha o se quedan en el centro. Espacio que no es otra cosa que un gran sumidero de residuos de almas pacatas solo obedientes a lo que escuchan en su misa dominical.
Así evitan enfrentar la realidad y esconden su drama. Obvio, se retratan de corazón con la derecha.
En lo que todos coinciden, con fragor y espada de Caballeros Templarios es mantener “la propiedad privada”. Evitan de todas formas posibles hablar de esa gran llaga histórica que es el latifundismo. Esconden debatir sobre el saqueo de los recursos naturales, pues, las transnacionales les quitarían su apoyo. Tienen cerrado el paso y tartamudean cuando se les habla de la realidad del papel del poder de la voluntad popular en el mundo venezolano. Sobre todo, evitan emitir palabra sobre el ejercicio de los nuevos modos sociales y antropológicos que han surgido, y sobre la situación de los derechos humanos y practicas sociales en el país. Están muy a gusto con la idea de una persecución eterna, de una injusticia persistente, de niños abandonados a su suerte, de seres desvalidos que casi no logran abrirse camino en medio de la adversidad, que ellos crearon.
No discuten sobre cual es el contenido de ese abalorio conceptual de lo que llaman su pseudo idea del “progreso” y menos, como piensan llevarla a cabo. Cuando no es otra cosa que simple falacia producto de teorías sin fundamento. Y resulta inadmisible cuando se compara con las formas reales que en Venezuela adopto la Justicia social de nuevo significado. Sobre todo, cuando saben que existe y es real la igualdad sin limitantes ni aduanas que la Constitución selló.
Sus Mesas no quieren explicar como entienden el mundo venezolano y sus procesos sociales y menos como enfrentar su futuro. Estilo propia de Arqueologías políticas superadas.
Todo alude a una deliciosa propensión de la oposición a negar una y otra vez las experiencias de la realidad criolla.
Quizás partan, en sus programa de la estrategia que expresaba su candidato derrotado, -con la idea de Progreso-, que Hofstadter acreditaba, a los fundadores del Estado gringo, santificando que: “el principio unificador era el Progreso, ordenado y planificado por Dios”.
Para el autor, la humanidad se encontraba guiada por la Providencia. Era camino inexorable hacia el Progreso y la libertad.
Sencillo: los objetivos eran escogidos por Dios y la demostración de su éxito y expresión mas patente de ese plan Divino son los Estados Unidos. Aquí, piensan copiarlo.
En este esquema nosotros, de natural, barbaros, inferiores, negros, cercanos a África, tenemos sello eterno de pobreza. Nos miraban y hoy acusan, como continente en decadencia, necesitado que nos corrijan para poder alinearnos al Plan Divino de Dios.
¿Por qué no ser honestos¿ y hacer público su programa, y luego, seguir con el acertijo del candidato. Quizás de esta forma podrían parir su Unidad. De otra manera el tiempo los va a liquidar. Allí, nacerá la nueva derrota.
Mientras tanto, solo se les va el tiempo regateando puestos burocráticos en ese barco pirata que sería su posible gobierno. Riñen quien es mejor, el adeco, el copeyano, el perdedor reiterado o el viejo resabiado o la feroz y decidida neoliberal.
Mientras, el tiempo pasa. Ellos no cambian. Siguen con sus resabios dogmáticos traidos en los barcos de Colón.
Se alimentan con las ideas que restan del agotamiento de los modelos conservadores, de sesgo neoliberal, cuyo fruto fue una verdadera tragedia social.
Siguen cacareando que la democracia es una dádiva de las clases dominantes. Niegan que sea espacio de conquistas permanentes por parte de los trabajadores y sectores populares. Nos embolatan diciendo que no es apenas un instrumento, sino un método y un fin.
Sufren cuando se ven como opositores pasivos que poco han contribuido al éxito de la “contra” en catorce años. Así deambulan, sin fe, devaluados, frustrados, sin líderes que cojan calle pues solo viven en las cabinas de los canales de TV de los cuales son socios.
Le pedimos, consideren cuanto aconsejaba aquella vieja cuña, de los años cincuenta de Víctor Sáume donde vacilaba con: “Cambia…. papá”.
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