Se desarrolla un enfrentamiento entre miembros de la oposición irracional y dirigentes políticos del proceso revolucionario, en relación al significado de la abstención electoral habida en los últimos comicios. La oposición trata de demostrar que esa abstención significa que el presidente Chávez perderá su reelección presidencial el año que viene. Pobrecitos, nacieron así y no han podido superar sus taras intelectuales. No tienen noción de lo que pasa, confunden sus deseos con la realidad y no darán pie con bola en la lucha política de lo que queda de año, ni en el año próximo, y volverán a perder por paliza, como vienen perdiendo desde diciembre de 1998.
Esa torpe oposición hace muchas veces que los sectores revolucionarios se confíen y no le presten atención a las cosas que requieren nuestra permanente y profunda atención. Los enemigos del gobierno no son Primero Justicia, AD, Proyecto Venezuela, COPEY, Causa R y otro montón de grupúsculos detrás de los peores nombres del pasado: Ledezma, Ortega, Poleo o Álvarez Paz. No. El enemigo real es el imperialismo norteamericano, y esto no es un simple “cliché”, para salir rápido de un artículo, que no nos encontró en nuestro mejor momento creativo.
La posición del gobierno de Bush no deja dudas de su antipatía por nuestro gobierno. Las relaciones políticas con EEUU han ido deteriorando y la agresividad estadounidense incrementándose de manera geométrica. Al gobierno de Bush, con su inmenso poderío, es a quien hay que prestarle atención permanentemente, independientemente de que la oposición interna sea lo más incapaz y torpe que hayamos conocido.
Una de las cosas que nos ha mantenido victoriosos internacionalmente es que el gobierno, y el Presidente en particular, tienen un apoyo real y masivo de los venezolanos. Nadie en el exterior duda que se han ganado todas las elecciones que se han ganado y no se creen el cuento ese del fraude electoral, que la oposición en su locura sigue utilizando. Se ha ganado siempre y eso da legalidad al resultado. Además, se ha ganado por una diferencia de votos grande, que no deja lugar a dudas. Más aún, en las votaciones siempre ha habido una participación mayoritaria de los electores, lo que incrementa mucho más la legitimidad obtenida.
No quisiera entonces que menospreciáramos la abstención habida e incluso negáramos su existencia, engañándonos nosotros mismos. No nos debe interesar lo que la oposición opine; nos interesa que se estudie objetivamente lo ocurrido y que no lo despachemos simplemente diciendo que son elecciones poco atractivas para la gente. Uno de los errores del puntofijismo fue menospreciar la abstención del 20% habida en la segunda elección de Carlos Andrés Pérez, porque éste había sacado más de la mitad de los votos. Ése fue un indicador de que algo comenzaba a cambiar en la conciencia de la gente y así lo dijimos en su momento. Dejemos la soberbia, que es muy mala consejera, y aclaremos por qué la abstención fue de 70 por ciento.