"Las madres de los soldados norteamericanos que invadan Irak, llorarán lágrimas de sangre"-
Hussein-
La señora Cindy Sheehan no es una visitante bien recibida en el rancho de Bush, el Prairie Chapel Ranch, en Crawford, Texas.
No es probable que la señora Sheehan aparezca en fotografías, sonriente, dentro de la camioneta, al lado del dueño del rancho, que en ocasiones especiales, hace las veces de chofer de sus invitados. Eso es para muy contadas personas.
No sólo es una visitante sorpresiva e indeseable la señora Sheehan, sino que está instalada a un kilómetro de la entrada del rancho de Bush, que queda sobre la vía llamada Prairie Chapel Road.
La señora Sheehan no se encuentra sola en este inesperado e interesante episodio de la vida civil de los estadounidenses, donde a juzgar por el silencio de sus grandes agencias de noticias, parece que nada estuviera pasando.
Hasta el 16 de agosto de 2005, desde cuando comenzó la invasión de Irak en marzo de 2003, 1.851 militares norteamericanos han muerto en acciones de combate (El Universal, 18 de agosto, página 4A).
Un hijo de la señora Sheehan, de 24 años, es uno de esos 1.851 militares que regresaron a la base aérea Edwards envueltos en la bandera de los EE UU, en una ceremonia que ya habíamos olvidado, después de la estampida general de la embajada en Saigon, hace 30 años.
Bush se da unas vacaciones de un mes y medio, sin importarle que un 59% de los norteamericanos está de acuerdo en que la retirada de las tropas de Irak debe ser ya, antes de que sea demasiado tarde.
La señora Sheehan está acompañada por algo más de cien personas desde el 6 de agosto, y no son personas comunes y corrientes, sino padres, hermanos, hermanas, madres, viudas, abuelos de algunos de los 138 mil soldados que combaten por la causa de Dick Chenney, Rumsfeld y Condoleezza "Condi" Rice, de apropiarse del petróleo iraquí, con una mascarada democrática y un baño de sangre que causa espanto en una humanidad tan estupefacta como ofendida por la soberbia imperial.
La cantante Joan Baez, hace apenas tres días, cuando se escribía esta columna, se unió también al grupo de la señora Sheehan.
Un granjero, Fred Mattlage, vecino del rancho presidencial, veterano del US ARMY, simpatizante de la causa de la señora Sheehan y su grupo de padres, les brindó espacio en sus predios para que instalen allí el primer campamento de pacifistas que surge dentro de los EE UU en este terrible momento que afronta la humanidad.
Se esperan más madres llorosas en el grupo, como la señora Becky Lourey, parlamentaria de Minnesota, madre de un joven de menos de 25 años, muerto en Irak.
Coleen Rawley, ex agente del FBI, madre de otro soldado muerto en Irak, también se agregó al campamento de Crawford, que es un pueblo de llanuras resecas, lleno de cactos espinosos donde el sol cae inmisericorde sobre las cabezas.
La señora Lourey dijo a un reportero de AP: "nuestros hijos están muriendo y creo que es hora de ir a ver si Bush sale y podemos preguntarle: Presidente, ¿en qué consiste exactamente esta misión?
La verdad se abre paso con sus cifras crueles, dentro de la aparente tranquilidad en que vive la sociedad norteamericana.
Colombia, entre tanto, cumple su papel de Caín mundial, esta vez aportando mercenarios de 5 mil dólares mensuales para ayudar a EE UU a asesinar iraquíes.