Cuando revisamos las fuentes teóricas de la política encontramos conceptos que aun tienen vigencia y son clásicos dentro de las corrientes de la democracia. Uno de ellos se encuentra en el manantial filosófico de Tomas Hobbes, quien manifiesta que “el Estado Político se funda en un acto de voluntad, en el que los individuos libres ceden parte de su libertad para poner su vida a salvo y preservar la paz”. A la luz de este planteamiento la experiencia política nos indica que la Constitución como fuente del contrato social venezolano, plantea las reglas sobre las cuales descansa la lucha democrática y de manera objetiva esto supone trascender el llamado “Estado naturaleza”, y de manera específica plantea la necesidad de someterse al poder legítimo de las instituciones.
Esta vía supone trascender la anarquía y unirse al cuerpo social de la democracia. Por tanto, una vez ocurrido el evento electoral del 14 de abril, donde resultó electo Nicolás Maduro, con un porcentaje del 50,66%, mientras el candidato de la derecha Enrique Capriles sumó un 49,07%, se puede considerar que a pesar de ser un triunfo por estrecho margen, no cabe la menor duda que estamos frente a una victoria dirigida por un árbitro electoral que ha actuado de manera trasparente y objetiva para garantizar la confianza en la contienda política. Sin embargo, el oposicionismo venezolano en pocos días ha generado una situación de anarquía violencia y caos, con el saldo de 8 muertos y 62 heridos, buscando desconocer en primera instancia al árbitro electoral, y luego deslegitimar toda la institucionalidad del Estado, valiéndose de sus aliados como el Departamento de Estado norteamericano, el Partido Popular de España, y la extrema derecha latinoamericana.
A la luz de estos acontecimientos, no cabe la menor duda que el caos que la oposición ha intentado generar en el país ha impactado directamente en los intereses económicos del país, pues las calificadoras de riesgo económico disparan los indicadores del llamado “riesgo país”, al impactar negativamente en el valor de los Bonos venezolanos y los Bonos de PDVSA, y su vez incrementando los intereses que debemos pagar por concepto de la deuda externa. Por otra parte, se intenta mostrar ante la comunidad internacional a Venezuela como un “país anarquizado”, con un “gobierno deslegitimado” y “carente de control” sobre orden interno del país. Pues bien, si recapitulamos las ideas Hobbes, no cabe la menor duda que la oposición juega a crear un “Estado de naturaleza”, donde se rompa todo esquema de orden institucional y se llegue a una situación de primitivismo social, donde se haga realidad la frase del “hombre lobo del hombre”, o para decirlo en el clásico sentido latino del “Homini lupinotuum”.
Desde este punto de vista no cabe la menor duda que la oposición juega a la desestabilización del sistema político, pero a su vez a quebrantar las reglas de juego de la democracia y hasta de la propia convivencia colectiva, desde el momento en que llama a sus partidarios a tomar la calle en forma violenta, desvirtuando así el rol de la oposición que cabe en todo sistema democrático, de ser leal, crítica, responsable y comprometida con el sistema y con la expectativa de llegar algún día a ser gobierno por la vía legítima de las reglas democráticas.
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