Algunos compatriotas han visto con cierto resquemor el triunfo de Nicolás Maduro el pasado domingo 14 de Abril. No, nunca, ese fue un triunfo apoteósico, inmenso, gigante. Si bien es cierto que los factores opositores estuvieron cerca con una campaña de saboteo, de violencia, de mentiras, de engaños y otras manipulaciones; nosotros tuvimos la victoria de la Presidencia por primera vez del chavismo colectivizado, fue la primera vez que no nos pudo acompañar físicamente nuestro genuino líder de multitudes y esto fue un contundente triunfo del legado que nos dejó y de las tareas encomendadas.
De ahora en adelante tenemos que entender que fue una victoria histórica, tan inmensa que desató la ira y violencia de los apátridas, del candidato del imperio de sus seguidores disociados que llamaron a sus adeptos a descargar “la arrechera” en las calles y lo que trajo un saldo negativo de terror, destrucción y de muerte.
Nuestra victoria fue notoria aunque no con el margen amplio que solía regalarnos nuestro líder Hugo Chávez Frías y esto nos debe llevar a todos, a todos los militantes de un mundo mejor, de una sociedad más justa y equitativa, de una Venezuela libre y soberana, a todas las fuerzas progresistas, de avanzadas, revolucionarias y bolivarianas. Para ello debemos leer con meticulosidad aquellos razonamientos de Albert Einstein cuando explicaba que: “ La crisis es la mejor bendición que pude sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura, es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Partiendo de allí, no nos queda otra tarea que reimpulsarnos hacia el mejoramiento, hacia la eficiencia, hacia un Estado, un gobierno, unos funcionarios, unos dirigentes, unos patrulleros y patrulleras y unos ciudadanos cada vez más entregados con profundidad de espíritu, con ahínco participativo, con altas dimensiones de honestidad y responsabilidad en cada una de las tareas de la cotidianidad.
Este es un nuevo ciclo pero un ciclo que nos pone en una coyuntura que nos obliga a una revisión muy meticulosa de lo ocurrido, sincerarnos cada quien en su intimidad, en su cuadro familiar, en su círculo comunal de lo que hemos hecho y de lo que tenemos que hacer. No es agraciado asumir el papel de juez social ni mucho menos de alimentar espacios para la sentencia. Pero sí, cada quien habrá de mirarse al espejo, hacer una introspección de su condición, de su actuar, de su aporte y de las dimensiones inalcanzables e indescriptibles para aportar al mejoramiento de este proyecto hermoso y bonito con el cual nos hemos casado para hacer patria, patria digna de inclusión y de justicia social.
Estamos obligados a hacer una rectificación urgentísima de los errores, de los desganos, de las desatenciones, de los descuidos que hemos tenidos como acciones de gobierno o políticas. Es de alto grado de responsabilidad cada quien mejorar de bueno para mejor, de optimizarse en su campo de alcance revolucionario; para hacer el reimpulso vigoroso necesario.
Hay que entender que existe una repolarización de la sociedad que nos permite seguir avanzando en el verdadero bloque hegemónico del pueblo y del socialismo. Una real lucha de clases sociales antagónicas y que efectiva se acentúan los antagonismo; y que estas clases debemos comprender que son irreconciliables una es la oligarquía imperialista y otra el pueblo de patria libre y soberana.
De allí observar con detenimiento y compresión de Einstein sobre las situaciones difíciles; pero veámosla como algo necesario que nos obliga a pensar y actuar para corregir…, lo más trágico es evadirlas sino vamos todos a enfrentarlas unidos de verdad. Debemos reunificarnos de esas fuerzas morales de la República…, la clave de un gobierno en las calles está en atender y satisfacer a los ciudadanos y ciudadanas, haciendo de la cotidianidad de una vida placentera de derecho, de acceso y de disfrute…, este es nuestro nuevo ciclo, un ciclo que vamos seguir encarando con trabajo y sinceridad revolucionaria.
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