Los debates en Aporrea suelen ser en blanco y negro: la Hojilla se va, la Hojilla se queda. La Hojilla no sirve, la Hojilla es una Maravilla. El equilibrio se extraña a veces. Y a veces ayuda a la construcción de nuevos y necesarios caminos.
Sacar del aire a la Hojilla puede dejar la sensación en un grupo importante de gente (ojo, no son los siete millones de chavistas, ni siquiera la audiencia de VTV) de que grupos infiltrados en el gobierno están socavando a la revolución. Y dejarla tal como está es una decisión que las autoridades y los especialistas deberían considerar. Nuestro líder ya no está físicamente y él era quién hacía posible cosas tan peculiares como la difusión y permanencia del programa La Hojilla. Desde el 5 de marzo de 2013, pocos tienen certezas sobre el rumbo a seguir. Ante cada insuficiencia, metida de pata, caos, debilidad, escuchábamos al gran estratega. Ahora que se convirtió en el aire y la energía que nos rodea, volvamos a paradigmas conceptuales, éticos y también nutritivos para una revolución que necesita sobrevivir.
Deslastrar a la televisión revolucionaria, o sea alternativa y humanista, de los códigos viciados que copia del primer mundo es una gran tarea pendiente. Con respecto a la Hojilla el asunto no es si sí o si no, es la necesidad de que elimine prácticas odiosas e inconvenientes como el personalismo, práctica con la que reproduce el mismo divismo importado de los shows nocturnos estadounidenses, a lo Luis Chataing o Kiko Bautista. Sólo nuestro gran gurú mediático lograba la alquimia de transformar su mensaje individual en práctica revolucionaria. Entremos por el carril. La Hojilla necesita directriz antes de utilizar la artillería pesada, a fin de que desactive el insulto y la agresión, las lapidaciones virtuales, y afine la investigación, el análisis y el desmantelamiento de matrices perversas de la ideología burguesa, función que ha cumplido en algunos momentos históricos. Es conveniente que su moderador y creador no de ejemplo permanente de desconsideración y prepotencia con su público, sus compañeros y sus subalternos, a veces en forma sutil, a veces en forma evidente. Es un servidor público, con todos sus deberes.
El chavismo que sufre del mal del odio hacia el adversario y que demuestra con sus acciones anhelo por una justicia sumaria, semejante a la que la derecha ansía para nuestros dirigentes y para los que no acaten su negado retorno, puede empujar al abismo a la revolución. En momentos como éstos era cuando Chávez respondía a los que gritan “cárcel”, “cierre”, “ruptura”, “guerra” desde hace años, con un camino alternativo lleno de dignidad y coraje. Y funcionaba.
Así que sugerimos una Hojilla que por defender a la revolución no olvide que tiene que hacer una televisión respetable y ejemplarizante, sin perder necesariamente todas las características que la hacen llamativa. Qué no se encierre en una burbuja con su público habitual. No es un club privado, es señal abierta y parte de un sistema comunicacional con unos retos inmensos que afrontar.
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