La Revolución Bolivariana pasa por un momento crítico muy severo.
La extraña muerte del Comandante Hugo Chávez, que nos ha dejado a sus seguidores sumidos en un duelo hiriente, constituye un elemento extraordinario que complejiza aún más la crisis.
Esta Revolución, quién lo duda, se forjó en torno al decir y hacer de ese hombre magnífico que hemos perdido. Caído el Comandante, sobreviene el desaliento y la perplejidad.
Sólo el magnetismo de Chávez fue capaz de hacernos ganar elecciones cuando el balance de la gestión de gobierno dejaba mucho que desear.
Y sólo el pueblo chavista –su mayor creación- fue capaz de salvarlo cuando todos los aparatos burocráticos fallaron aquél abril de 2002.
En medio de su tragedia personal, que también lo es para nuestro pueblo, tuvo el coraje y la claridad de venir a despedirse dando instrucciones sin las cuales el naufragio nos hubiese emboscado en la desembocadura de sus días.
La muerte de Chávez por sí misma crea condiciones objetivas y subjetivas para el desencadenamiento de una grave crisis de nuestra Revolución.
Pero hay situaciones que fueron acumulando debilidades en el campo revolucionario y, por tanto, oportunidades para el bando enemigo, que no fueron tratadas a tiempo o siquiera atendidas algunas de ellas.
¿Por qué hablo de crisis? Porque la sostenibilidad del proceso está en jaque.
¿Por qué estamos en jaque? Porque hemos perdido la iniciativa política y el enemigo ha avanzado en tomar posiciones.
Electoralmente la oposición creció un 46% desde el 2006 al 7 de octubre de 2012, mientras nosotros apenas lo hicimos un 10%. Sorprendentemente, del 7 de octubre al 14 de abril de 2013, el enemigo creció 10,7%, a razón de 4.300 votos diarios; cantidad parecida a la que nosotros perdimos.
¿Cuáles son las causas profundas de esta crisis? A la lógica acción conspirativa del enemigo imperialista y sus lacayos, hay que sumar el burocratismo, la corrupción, la impunidad y la arrogancia del poder prestado.
La inseguridad pública, la violencia criminal desatada, los apagones, la inflación, el desabastecimiento, todas estas razones objetivas del malestar, están íntimamente ligadas a la mala intención del enemigo, pero también a errores nuestros.
El aparato del Estado luce desarticulado, cada pieza por su cuenta. Sus voceras y voceros declaran lealtad al proceso, pero en el día a día la cosa es distinta. Hay instituciones fundamentales de nuestro sistema republicano que son invisibles.
La falta de formación política e ideológica es un karma lesivo a la raíz misma de la Revolución. Malos mensajes se envían cuando se premia el arribismo y el oportunismo, mientras se paga con desdén a la militancia entregada de lleno a sus tareas. No hay espacios para debatir, ni líneas claras de dirección que valoren el papel “participativo y protagónico” de la militancia chavista.
El enemigo nos pisa los talones y se envalentona. ¿Dónde y cuándo podremos dar el debate para enfrentar esta crisis de la Revolución?.
caciquenigale@yahoo.es