Usemos la cronología: Cuando Simón Bolívar se inicia en las lides políticas libertarias en Caracas, viene de beber toda la influencia burguesa europea adecuadamente representada por los *revolucionarios* franceses, quienes enarbolaban sus productivas banderas de la igualdad, libertad y confraternidad, allá por los recordados y citados años finales del siglo XVIII. Se trató de una revolución eminentemente antifeudad, y nada que ver con las condiciones capitalistas que, por el contrario, eran las emergentes para esa convulsionada época.
Carlos Marx, principal constructor teórico del Socialismo, como régimen y cosmovisión del mundo, antónimo de capitalismo, apenas tenía 12 añitos cuando Bolívar muere, no sin antes este haber impuesto, en la Hispanoamérica que libertó, todo el semillero de las nefastas iniciativas burguesas, de las cuales sigue padeciendo la clase trabajadora, antes esclava y servil y ahora salariada.
Recordemos que el verdadero luchador contra las injusticias feudales del mantuanato y reinado fue José Tomás Boves, a quien, a contrapelo, el afamado escritor y médico venezolano, Dr. Francisco Herrera Luque, ha logrado reivindicar de la tergiversada versión que los vencedores se encargaron de difundir en la Historia patria vendida en nuestras escuelas y liceos.
Bolívar jamás luchó ni concibió cambios contra el estado de cosas que apenas estaba incipiente, como el ascenso industrial, el imperio del capital sobre el feudalismo, etc. Sus iniciativas integracionistas fueron netamente competitivas frente al desarrollo descomunal burgués de EE UU, Inglaterra, Holanda, Francia, etc., que ya despuntaban como los sustitutos de la realeza feudal.
Creemos que seguir señalando a Bolívar como consejero *socialista* para controlar, eliminar o suavizar los males del régimen burgués es poco menos que una quijotada traída por los pelos frente a un sistema que agoniza a nivel mundial. Sus efectos nos lucen más conservadores que revolucionarios. Jamás resolveremos el problema de los asalariados con mejoras a los pobres pero conservándolos como tales, y ningún pobre dejará de serlo por más poder que le dé el Estado ya que dentro del régimen burgués, si dejare de serlo se transformaría en otro burgués, en otro explotador.
El embogado Socialismo el Siglo XXI ha sido aplaudido porque sencillamente provino de los labios de nuestro estimado Presidente, pero para ningún verdadero revolucionario, antiburgués, tiene sentido hablar de socialismo al lado de capitalismo, porque sería como ponernos unos cristales de color de rosa para ver de color violáceo, cosas así. Se trata de un programa político, muy productivo política y coyunturalmente, pero que en poco favorece las verdaderas aspiraciones revolucionarias modernas para minar o atacar el despiadado sistema que, en el caso venezolano, vemos oxigenado por muchos de sus costados.
En el caso de la las modificaciones a la tenencia de la tierra, pongamos por caso, sólo se trata de una adecuación burguesa a la improductiva forma de producción feudal que sigue privando en muchas haciendas venezonalas, pero hasta allí. Las prácticas keynesianas, mediante la cuales se pretende sembrar el petróleo dotando elásticamente de fortunas del Erario Público a empresarios burgueses, así como las integraciones latinocaribeñas y sureñas sólo revelan una lucha netamente burguesa para ver quien logra vencer lucrativamente, porque capitalismo light no existe sino en la mente decimonónica de un Víctor Hugo o de de los modernos socialdemócratas.
La sola presencia el pensamiento bolivariano, en plazas públicas, en calle y avenidas, en estatuas y pinturas diseminadas por el mundo, no va más allá de su utuiñlización como icono del triunfo la explotación burguesa. Socialismo es otra cosa muy reñida y antagónica a cualquier pensamiento proveniente de la pluma del antifeudal Simón Bolívar, lo que lo le resta su carácter ingenuamente humanitarista, igualitarista.