Hoy, con mucha mayor frecuencia cada vez, la práctica social nos muestra la existencia de infinidad de problemas dentro del proceso revolucionario bolivariano que, de no ser tratados apropiadamente, irán erosionando lenta pero continuamente sus posibilidades de éxito, incluso, en el mediano plazo. Negar la existencia de deshonestidad, incapacidad y negligencia, por parte de funcionarios públicos del proceso; negar las irregularidades que ocurren al interior de los aparatos partidistas del Presidente, seguir negando la infiltración de que son víctimas estas organizaciones y la existente en la estructura gubernamental, así como la existencia de conductas claramente contrarrevolucionarias en muchos “cuadros” del proceso, no ayuda a superar la coyuntura actual y le hace un flaco servicio al Presidente, al proceso de cambios y al pueblo venezolano.
La ausencia de críticas es una de las amenazas más serias que se enfrenta en la actualidad. Lamentablemente, la oposición, que debería estar discutiendo el proyecto de país y el modo cómo se está haciendo, ha enfocado sus acciones en “Sacar a Chávez” como sea, incluso por vías anticonstitucionales: golpe de Estado, paro empresarial, sabotaje petrolero, guarimbas y muchas otras acciones planificadas pero aún no concretadas, las cuales han desatado una especie de guerra interna, que ha generado en el chavecismo una actitud defensiva, la cual considera que cualquier crítica, venga de donde venga, es destructiva y le da “armas al enemigo” en su acción contrarrevolucionaria. Mecanismo de defensa que se han convertido en sectarismo perverso, condición extraña a los revolucionarios y muy propia de la reacción política.
Arremeter contra quienes denuncian y agredirlos en todas las formas no ha sido históricamente la conducta adecuada ante estas situaciones; a la larga, la verdad saldrá a relucir y le dará la razón a quienes la tuvieron, sin importar todo el rechazo y el marginamiento anterior habido. Pero, a lo mejor, será ya muy tarde para evitar o corregir las nefastas consecuencias de las decisiones y conductas incorrectas. Investigar las denuncias, informarse, visitar los sitios, hablar con los afectados, analizar científicamente los hechos, estudiar sus consecuencias y abrir una discusión, un debate democrático si es necesario, sin prejuicios y que valore lo substantivo, es la conducta correcta.
Por otra parte, al Presidente no le llega suficiente información de los errores, las ineficiencias, las torpezas, la corrupción y muchas otras amenazas infiltradas hasta en el más alto gobierno. Eso lo limita en las acciones que pueda tomar, para corregir lo necesario. Hace falta buscar las formas de alertar al líder de la revolución; diferentes anillos lo mantienen desconectado de muchas cosas, pues los integrantes de esos anillos no escapan a las consideraciones que hemos hecho.