Al examinar la lista de candidatos que presentó recientemente la oposición para las elecciones parlamentarias, lo primero que llama la atención es la cantidad de politiqueros que durante la cuarta república hicieron de la corrupción, el despilfarro y la exclusión social un valor cultural de Estado.
Son mas de 40 aspirantes adecos, 27 copeyanos, 16 masistas y 10 ex-copeyanos salas-romistas, quienes junto a los 24 neocopeyanos de Primero Justicia constituyen la ansiada "unión" puntofijista. La lista también presenta a 30 aspirantes "independientes", entre quienes destacan Iván Simonovis y Lázaro Forero, presuntos cabecillas de la masacre del 11 de abril, así como las furibundas abstencionistas Isa Dobles e Ibéyise Pacheco, quienes sin rubor alguno llaman ahora a votar. Sin embargo, lo mas significativo de la lista es la exclusión de la llamada "izquierda" antichavista conformada por Bandera Roja, Izquierda Democrática y Polo Democrático - el MAS no es siquiera de la "izquierda" antichavista - que ha decir del ex-guerrillero oposicionista Pompeyo Márquez (Analítica, 21 de Septiembre de 2005), "fueron maltratadas" por el cogollo puntofijista que negoció la lista de aspirantes a diputados. Esta exclusión revela claramente la tarea impuesta por la administración Bush para que la menguada oposición se aboque a la defensa del neoliberalismo y le asegure a Washington un espacio en Venezuela para la continuación de su proyecto hegemónico y neoimperialista.
No es nada casual que todos los programas de gobierno que ha presentado la oposición "unida" en los últimos años tengan como objetivo la reinstauración del sistema de relaciones clientelares entre la vieja clase política, la dirigencia corrupta de la CTV y la oligarquía económica y de medios de comunicación, que le asegure a la administración Bush el suministro de petróleo barato y un mercado totalmente abierto y desregulado que absorba la sobreproducción estadounidense en detrimento de los trabajadores y productores venezolanos. En todos estos programas diseñados en Washington, la oposición ha defendido la necesidad de reinstalar el nefasto puntofijismo, erradicar el control de cambio, focalizar el gasto público hacia el sector privado, acabar con la Ley de Tierras y determinar "en función de la eficiencia y necesidades" los rubros que Venezuela debe producir, en plena sintonía con el paradigma neoliberal que ha condenado a los países pobres al subdesarrollo. Igualmente, la oposición ha pretendido impulsar la total privatización de la educación y la salud, elaborar una "nueva doctrina militar" que retome la idea puntofijista de separar a la FAN de la sociedad civil, y restablecer los vínculos de dependencia con Estados Unidos, FMI y Banco Mundial, no sin antes abandonar la solidaridad internacional con nuestros vecinos de América Latina y el Caribe.
Desgraciadamente para Washington, los enormes recursos que le entregan a la oposición acabarán en manos del mismo conciabulo puntofjista de abnegados corruptos que los utilizarán para beneficio personal y no para avanzar en la destrucción de la Revolución Bolivariana, que por el contrario, aprovechará la mediocre competencia electoral para consolidarse y - parafraseando al presidente Chávez - demoler ese pasado indigno de la historia contemporánea de Venezuela.