Desde esta columna hemos insistido en algunos temas porque nos parecen decisivos en el proceso de transformación social que impulsa el Gobierno revolucionario.
Creo que es el momento insistir, de revisar con la cualidad más amorosa, profunda y científica de la autocrítica, sobre lo que ha significado: la incuria y la impunidad para la revolución
Estamos obligados a analizar con perspectiva histórica: el contexto, la coyuntura, las condiciones objetivas y subjetivas. El Gobierno y las fuerzas revolucionarias deben entender que la fortaleza de la oligarquía ha estado en la imagen y acciones de debilidad del Gobierno.
La incuria y la impunidad han causado mucho daño en la credibilidad y esperanza de los pueblos a lo largo de la historia.
La oligarquía y sus medios saben perfectamente que la especulación y el acaparamiento golpea directamente al Capital Social de la Revolución: los pobres y sectores medios de la población.
La falta de vigor al aplicar la ley y las sanciones, debilita un gobierno en cualquier sociedad o país del mundo. La imagen de debilidad que proyectan algunas instituciones del Gobierno -por ejemplo Indepabis- ha hecho más rico a los ricos y debilita la revolución.
Las leyes son como la telaraña lo suficientemente fuerte para atrapar un pobre y muy débil para detener a un rico o poderoso
Las condiciones objetivas no solo reclaman un Gobierno firme; sino la construcción -con acciones contundentes y permanentes- de un imaginario que de confianza y seguridad -sin distinción- a toda la sociedad.
El Gobierno de calle y la lucha contra la corrupción son un ejemplo, de ese reclamo.