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Última batalla de Altamira

El golpismo duro no quiere saber nada del golpismo light; mucho menos de la enmorochada oposición democrática, los ni ni y el antichavismo aeróbico. Siempre en pie de guerra, su última hazaña la escenificó el talibanismo opositor en Altamira, donde libró una dura y admirable batalla contra un grupo de adultos mayores, derrotados sin atenuantes al filo del mediodía.

Plaza Francia sigue padeciendo su mala suerte. Los científicos ocultos creen que la mabita comenzó cuando la entonces alcaldesa de Chacao, Irene Sáez, prohibió en el lugar los amapuches y besos. El alcalde López completó la pava negra al permitir que un grupo de militares tomara la plaza para tumbar a Chávez, equivocando a conciencia la ruta hacia Miraflores. Noches frenéticas, alucinantes y macabras cayeron sobre el sitio, con su secuela de soldados torturados y muertos.

Después de las aguas purificadoras del referéndum presidencial, se pensaba que la paz, diversión y esparcimiento volverían a la plaza, incluso, se anunció allí un desfile de moda con pasarela y todo. El sueño fashion terminó con el asalto del extremismo escuálido y el atropello a los terapobailadores, tomados por sorpresa por un enemigo de adultos post contemporáneos. La prensa trajo el parte de guerra y la foto de los héroes en la tarima conquistada. Se exhibió una pistola como botín de guerra.

La fobia y rencor contra la bailoterapia es clínicamente comprensible entre los militantes ultramontanos de la oposición guarimbera. Estos quedaron traumatizados desde que un presidente de Fedecámaras, Carlos Fernández, los convocara a la resistencia de pasar el año nuevo bailando en la autopista, mientras él volaba raudo hacia las playas de Aruba. Un psiquiatra amigo, con PHd en la cuna de Freud, me explicó que cada vez que estas hordas ven una bailoterapia, entran en una furiosa regresión y arremeten contra todo el que mueva un pie al son de cualquier música. “No son culpables, diagnosticó con sabiduría, son más bien víctimas de un trauma interparietal parasimpático que les jode el hipotálamo”.

No entendí nada pero le di la razón al facultativo. Luego de la heroica victoria sobre el antichavismo aeróbico, el golpismo duro convocó a un acto para recibir a los llamados “presos políticos”, puestos en libertad por la justicia venezolana. Como viene ocurriendo sistemáticamente, apenas un grupito atendió al llamado. Ya la prensa no informa sobre la cantidad de asistentes a estas micromarchas y la televisión evita los paneos. Todo es puro close up. Los medios sienten hacia estos irredentos de la guarimba una suerte de pena audiovisual o vergüenza radioeléctrica conmovedora.

Los expertos concluyen que los traumatizados por la bailoterapia no tienen cura pero la plaza Francia sí. Con la esperanza de salvarla, un grupo de vecinos se está organizando para exigir que la misma sea declarada parque nacional, reserva ecológica o algo así. Este status prohibiría que la plaza sea tomada por derechistas atolondrados, civiles o militares, para mentales golpes de Estado, guarimbas endógenas o guerras asimétricas contra jóvenes deportistas y alegres viejitos bailadores.

Si lo que quieren es derrocar al régimen, han dicho, Altamira no es el lugar indicado para sus belicosas arremetidas. Ellos critican la bailoterapia -agregaron muy enojados- pero sus ataques a plaza Francia no son otra cosa que pura batalloterapia inocua.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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