En Venezuela la oligarquía parasitaria siempre tuvo en sus manos el poder, una minoría de “poderosos” –de una clase social– tenía todos los privilegios y manejaba todos los hilos que mueven la sociedad.
La oligarquía parasitaria controlaba y aún maneja a las marionetas políticas –partidos políticos capitalistas, fascistas– entregados a intereses foráneos. Se disfrazan de demócratas, pero en realidad son tiranos, truhanes, administradores de garitos y antros de corrupción.
La oligarquía parasitaria en Venezuela en su gran mayoría ha vivido de las importaciones, de los dólares del petróleo –comprar dólar barato y vender robando– incapaces de arriesgar, de invertir para producir en el país; jamás pensaron en la patria, son apátridas entregados al imperialismo.
Así, la oligarquía parasitaria hizo “sus” propiedades, acumularon tierras, dinero y controlaron en definitiva la economía, que depende de las importaciones. En Venezuela casi todo es importado.
Esa clase parasitaria tiene en sus manos un gran poder: los medios de comunicación (televisión, radios y prensa) y sabiéndose poseedores de la fuerza económica y el control absoluto de sus marionetas políticas, hacen lo imposible para evitar la gobernabilidad por parte del presidente Nicolás Maduro.
La clase parasitaria, con su gran poder, mantiene una guerra económica contra Venezuela; con el robo y la especulación ha incrementado la inflación y, lo que es peor, han “influenciado” tejidos sociales que han sido beneficiados con las políticas de inclusión de la Revolución.
Evo Morales ha dicho recientemente: “Si falta algo, alimento o energía, no sirve la ideología”.
Creo que la táctica de la Revolución para afrontar la ofensiva contrarrevolucionaria debe ser invertir la ecuación: Mano dura y valores.