Mucho se ha escrito, sobre todo aquí en Aporrea, sobre escozoroso tema de la política comunicacional del Estado. El propio Comandante Chávez fue siempre un crítico, sin pelos en la lengua, cuando hablaba de la comunicación para la Revolución. Veamos que nos decía en 20 de octubre de 2012, en el primer Consejo de Ministros del nuevo de la Revolución Bolivariana no decía: ““Donde salga la autocrítica, no le tengamos miedo a la crítica, ni a la autocrítica. Eso nos alimenta, nos hace falta.” Pasarían unos pocos días para su partida a tierras cubanas (8 de diciembre) a cumplir un tratamiento que devino en complicación y luego en su dolorosa muerte en suelo patrio el 5 de marzo de este año.
Han pasado ya largos 10 meses, en pleno golpe sostenido de la derecha endógena, la natural y la transnacional, desde que Chávez en su constante ejercicio responsable de crítica y de autocrítica reflexionaba y giraba instrucciones para desmontar la comunicación del Estado en los términos en que plantea el gremio periodístico y las figuras emergentes del show mass mediatico de este lado. Con tal tarea se había comprometido desde su inscripción a las elecciones del 7 de octubre. Leamos que nos dice el Plan de la Patria en su objetivo nacional 2.5.2: “Establecer un sistema de comunicación permanente, para escuchar al pueblo organizado y al pueblo despolitizado, como parte del esfuerzo para la construcción colectiva del Estado Socialista, bajo el principio de mandar, obedeciendo”. Es evidente que el propio Comandante estaba consciente de la tarea por hacer, de cómo se había avanzado pero cuanto camino había que andar para alcanzar la hegemonía y la soberanía comunicacional.
Ahora que Chávez nos dio las líneas sobrarán los intérpretes que matizarán su discurso, lineal y confortador, en ese proceso cada vez más común de deschavizar a Chávez. Para eso están nuestros enemigos históricos, “no los ayudemos compadre”. Decimos con él que hay que fundar una Comunicación Popular “como espacio para la articulación de significados y relaciones producidas desde la práctica de la comunicación social y humana, con el fin de transformar la realidad desde el Poder Popular organizado”.
Como no le tememos a la crítica de este lado de la acera y del otro lado de la calle, expondremos nuestra humilde opinión sobre el tema del cual todos somos expertos pero sólo un grupo maneja. Podríamos titular las líneas siguientes como, el extraño caso de la comunicación que no ha llegado.
Matar al mensajero que trae malas noticias
La crítica obviamente pertenece al discurso de los críticos, no es posible hablar de crítica sin identificar al sujeto que la ha elaborado. Por tanto, para aquellos que les gusta la crítica, pero no el crítico, déjenme decirles que es imposible las ideas sin l caja de resonancia. Criminalizar, satirizar, satirizar, descalificar al mensajero por su discurso es un ejercicio grotesco de totalitarismo discursivo que, a veces, llega a planos tan personales como el físico.
Por ejemplo la gran fractura de la democracia puntofijista se produce el 4 de febrero de 92 cuando el teniente coronel, Hugo Chávez, encaró a toda la estructura del Estado represor de la IV República en un ejercicio de crítica que lo llevó a tomar conciencia de su papel ante la historia. Sobre esos puentes ha corrido mucha agua, pero parece que nuestros comunicadores, comunicólogos y demás especímenes de la fauna autóctona de la maquina cultural de difusión son convidados de piedra para la continuidad de tales acciones.
Iluminados e Iluminati
A menudo se reacciona a la crítica con argumentos y muchas veces, falacias ad hominen, dicho en criollo, personalizamos o matamos a los mensajeros de la crítica. Que si yo lo conozco y es un sinvergüenza, que si le pega a la mujer, que juega caballo o se reúne a tomar cervezas todos los días en el Tropezón. Esas falacias se expresan en una suerte de huida hacia adelante. No le dicen ahorcado pero le muestran la soga. Les dicen intelectuales, académicos sin pueblo, expertos de oficina y diga usted. Hay quienes les dicen “Iluminados”, claro para no meterse con ellos directamente. Pues bien, esos “Iluminados”, muchos de ellos con verdaderas historias de compromiso con la revolución pasada y presente, son una reserva de crítica importante para toda revolución. Llámense Vladimir, Toby, Luis o hasta Chávez. Debemos oír, discutir y resolver las contradicciones, no hay avance sin dialéctica, a menos que se esté jugando a no avanzar.
Suelen ser los “Iluminati”, una suerte de secta de los irreprensibles o censores por honorarios profesionales (HP) o por simple cálculo político, les conviene, o por simple sumisión mimetizada en obediencia, los que actúan como censores detrás de la censura. Como vivimos en un “Estado de derecho y de justicia”, donde la comunicación es un derecho, sin ley pero derecho al fin, los “Iluminati” mercantilizan la crítica a la crítica, es decir, deschavizan al propio Chávez. Me han referido casos en los que estos “Iluminati” hasta hace poco (digamos 14 años) eran creativos de agencias de publicidad privadas. Ahí hacían su agosto haciéndole el juego al consumismo, pero eso ya pasó, ahora no son, ahora son una secta de irreprensibles. La única crítica que aceptan es la de uno de los suyos, muy buena por demás, pero que al no asumir el discurso de carga reflexiva-teórica queda en el espacio del humor, que también ayuda, de la banalización, de la superficialidad y del relato posmoderno.
Censurar primero y averiguar después es la práctica menos revolucionaria que se puede dar en una revolución. No olvidemos las experiencias de los socialismos históricos, los que fueron y los que están siendo. No olvidemos que poco les importó a los soviéticos que su muro cayera pues ya había caído en sus propias conciencias. No cambiemos la mirada de la China revolucionaria que hoy es un gigante que garantiza el resurgimiento del capitalismo. No olvidemos con el silencio, discutamos e investiguemos para luego olvidar, si es el caso. Es tan irracional decir que todo está bien como decir que todo está mal.
En próximas entregas, seguiremos aterrizando este tema con ejemplos de la actualidad. Bienvenidas las críticas, pero por favor no me inventen cuentos personales, no maten a este simple mensajero.