El verpertino El Mundo, en su edición del pasado viernes, titula: “Alianza opositora tras chavismo light”. La cacería o seducción de esa especie está decretada. El chavismo ligero, dietético o digerible como pan integral estaría conformado, según el politólogo Carlos Ocariz, por aquellos venezolanos que apoyan el proceso pero a la vez temen que el presidente concentre demasiado poder hasta el extremo de convertirse en un emperador. Con un buen trabajo, piensan los opositores, a esos compatriotas que están como mangos bajitos se les pudiera hacer caer o gotear en la otra acera con solo mover la mata. Del chavismo blando pasarían al antichavismo racional, más por ósmosis política que por salto de talanquera.
El análisis, tan parecido a un deseo, no está mal como discurso electoral, pero la realidad impone una prueba previa. Si los opositores no son capaces de evitar el alejamiento de gente que ni siquiera es chavista, mal pueden aspirar a conquistar a los que de alguna manera se identifican, en mayor o menor grado, con el proceso. Ocurre que desde la oposición le disparan fuerte a todo el que no comulgue con sus ideas o no se deje arrastrar por el torbellino de la polarización. Este es un problema, el de ahuyentar a los imparciales, independientes o ni ni, que deben resolver antes de aventurarse por las periferias bolivarianas en plan de Casanovas políticos.
Varios venezolanos han recibido por estos días plomo grueso y parejo de la intolerancia opositora. El gran Oswaldo Guillén, flamante manager de los Medias Blancas de Chicago, fue incluido en la lista de “traidores” o “fusilables” por el solo hecho de sostener una conversación telefónica con el presidente de la república. El Comando Púrpura lo puso en su mira. Lo había antecedido la top model Patricia Velásquez, quien cometió la “traición” de aceptar ser la imagen del país en la Fitcar. Por culpa de esta feria internacional también engrosó la lista la bella Rudy Rodríguez, al fungir de presentadora en la apertura del evento turístico. Las cacerolas de Jericó la están esperando.
El portero de la selección vinotinto de fútbol, Angelucci, fue mucho más lejos y se lanzó de candidato a diputado. Prometen guindarlo en su propio arco. No se salvarán tampoco los diseñadores que participaron en el pabellón de la moda de la citada feria internacional, con Giovanni Scutaro y Angel Sánchez encabezando la lista de los condenados al paredón. Todos los nombrados, a decir verdad, nada tienen de chavistas y sólo hacen su trabajo, pero igual se les ha marcado para cuando llegue la añorada hora de pasar factura. Y no se diga del presidente de Fedecámaras, los ejecutivos de firmas encuestadoras y los aficionados a la bailoterapia y al antichavismo aeróbico. Todos están condenados y el Comando Güiripa será implacable.
Los potenciales seductores del chavismo light, dietético o digerible deben pues volver sus ojos hacia su propia periferia, hacia sus gratuitos condenados. Si no logran enamorar y ganarse a quienes giran en esta órbita y por el contrario los ahuyentan, olvídense de lograr convencer y menos seducir al chavista más ligero y potable, si es que esta especie realmente existe. La cosa no parece fácil para un sector político que logró espantar y confinar en sus casas a unas cuatros millones de personas que alguna vez lo apoyaron en la calle y en las urnas. Arremeter contra Oswaldo Guillén o Rudy Rodríguez por no andar colgando esqueletos por allí, puede ser muy púrpura, pero no es nada inteligente.
