Le pregunto a los cielos

Estoy enterado que el mito no es una explicación racional, sino cultural, de ciertos hechos y fenómenos. He aceptado que él sirve como refuerzo de conductas o como argumento de autoridad, y también, comprendo que los hechos culturales requieren tiempo de diario trajinar, para convertirse en tales.

Entiendo así, que la capacidad milagrera del Nazareno de San Pablo, no sufriera mella porque Guzmán Blanco le demoliera su capilla mandándolo a la basílica que le construyó a su esposa. Por eso, no discutiría con ustedes, los cielos, si fue cierto que, durante una famosa epidemia, un racimo de limones se enredó en la corona de espinas que portaba la efigie o si, la cura con ellos, se debió a un anónimo conocedor de sus propiedades naturales contra el escorbuto. Por igual precaución, tampoco discutiría la bíblicas “perversidades” de la gente de Sodoma.

Sin embargo, me aferro a que, fuera de esas cosas, todo lo demás que se cuente o afirme, tiene que ser corroborado con datos de la realidad. Lo cual significa negarse a caminar por la senda que trazan los políticos y predicadores que hablan por ustedes, los cielos.

Pareciera que a ellos, los datos de la realidad les tiene sin cuidado, los ocultan cuando son desfavorables e inventan otros a su conveniencia. En la escala de la política doméstica tal cosa opera de manera grosera, incluyendo a los de este lado. Nos imaginan tontos.

En el plano internacional, donde las cosas revisten mayor gravedad, ya no se pierde el tiempo inventando nuevos datos que apoyen las intenciones de las potencias militares y económicas que ustedes, los cielos, guían. Anuncian cual es la única verdad y actúan en consecuencia, gústele o no a quien sea.

Supongo que es por eso que, ustedes, los cielos, repitiendo lo que narra el Génesis 19, han condenado a Siria, como antes lo hicieron con Irak, Afganistán y Libia, a la destrucción por la perversión abyecta de sus habitantes… y amen.

¿Cuándo vendrán por ti, por mí, por nosotros?

(El título y la pregunta final pertenece a un poema de Edsijual Mirabal)

 



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José Manuel Rodríguez


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