Desde hace por lo menos dos décadas, existe suficiente documentación sobre las actividades antinacionales y el trato perverso hacia nuestros aborígenes, por parte de grupos evangelizadores estadounidenses conocidos como las “Nuevas Tribus”. Entre estas informaciones están las investigaciones de antropólogos del IVIC y de la UCV, así como otra serie de trabajos en áreas como la minería, la biodiversidad, los recursos naturales, el agua, el ambiente e, incluso, la seguridad nacional.
Todos los reportes, en una u otra forma, coinciden en lo inconveniente de la permanencia de las “Nuevas Tribus” en el país, unanimidad que contrastaba con la inacción gubernamental al respecto, pese a conocerse la gravedad de la situación, lo que evidenciaba que intereses muy poderosos estaban por detrás de estos “misioneros” evangelizadores. Yo mismo, hace unos 5 años, le comenté a un ministro amigo mi extrañeza ante la ausencia de medidas gubernamentales en el caso de las “Nuevas Tribus”.
Entre lo más resaltante de la actividad “evangelizadora” estaba la inmensa cantidad de recursos financieros y la alta tecnología disponible por los supuestos misioneros, que no se justificaba si la intención era la de llevar el evangelio a sus comunidades. Muchas evidencias fueron presentadas, que demostraban que estos grupos tenían un conocimiento profundo del Amazonas: yacimientos minerales, flora, fauna, poblaciones aborígenes, minería ilegal y agua, y que obtenían muestras de distinto tipo que eran enviadas a centros estadounidenses de investigación.
A este espionaje se unía la penetración cultural de los indígenas y el control de sus voluntades, mediante prácticas perversas que los obligaban a abjurar de sus credos y sus ritos, a sentirse culpables por su cultura y a abrazar nuevas normas y creencias muy extrañas a su historia y sus tradiciones, además, de sentirse diferentes y enfrentados al resto del país, de no integrarse anímicamente a la nación venezolana y de convencerse de sus derechos de propiedad sobre el Amazonas y sus recursos, entre ellos el agua, por lo que constituyen una nación diferente en esas tierras, presta a negociar directamente con el mundo desarrollado. Al mismo tiempo, seleccionaban y preparaban el liderazgo indígena futuro, tanto de las comunidades como político, al cual llevaban, según el caso, hasta estudios de doctorado en las mejores universidades del mundo, de manera de contar con un liderazgo comprometido con los planes imperiales para la Amazonia.
Bienvenida entonces la decisión presidencial, aunque, sin querer ser quisquilloso, ha podido tomarse hace varios años, pues existían suficientes razones para ello. No se tenía que esperar a tener un informe militar reciente, seguramente no tan profundo como toda la literatura existente. Nuestro Presidente tiene una especial credibilidad en los militares, lo que lamentablemente le ha hecho perder civiles mejor preparados.