La oposición vive mudando sus ritos y creencias con esotérica rapidez. Hace tiempo perdió la fe en los brujos de la siquiatría que alguna vez apostaron a la insania mental de Hugo Chávez para sacarlo de Miraflores. Pronto se decepcionaría de la superstición de las encuestas, cuando las firmas demoscópicas más verracas y polietápicas dejaron de alimentar sus ilusiones y comenzaron a entregarle las crudas estadísticas de la realidad. A los hechiceros de la astrología y el tarot los desechó ya cansada de tantas catástrofes y derrocamientos que nunca llegaron a ocurrir. Desahuciada por las ciencias ocultas, puso toda su esperanza en la pava o mabita que rodearía al jefe del Estado.
La oposición extrema y la esotérica se lanzaron por ese barranco de ilusiones negras. Convocaron a marchas y actos de baños y despojos ocultos hasta que el régimen cayera. Del más allá les enviaron señales desalentadoras. El hombre que en 1999 encontró el barril de petróleo en siete dólares, lo ha visto romper liso y raudo la barrera de los 50 verdes. Como la espuma, las reservas internacionales ascendieron sin parar hasta los 32.000 millones de dólares. Los opositores insistieron, sin embargo, en que el presidente estaba empavado y que todo era cuestión de tiempo.
Cuando Chávez habló con Oswaldo Guillén anunciaron que éste se había empavado sin remedio. A los pocos días, el manager de los Medias Blancas logró romper una maldición de casi medio siglo que había impedido a su equipo llegar al play off de la liga americana. Igual suerte negra habría de correr el escritor británico Harold Pinter por firmar un documento de respaldo a Hugo Chávez. Tanta fue la pava que el dramaturgo obtuvo nada menos que el premio Nóbel de literatura este endemoniado 2005.
La oposición no veía, en su ofuscación paranormal, la viga en su propio ojo, esa pava macha que la acogotaba. En cada proceso electoral que se metió desde 1998, hubo de tragar el vinagre de la derrota. Se aventuró en un golpe de Estado y todo se le revirtió en 48 horas. Insistió con un sabotaje petrolero de colosales dimensiones y colosal fue el revés que recibió. Se inventó un aquelarre de atentados terroristas, paramilitares y guarimbas y nunca la diosa victoria le sonrió. Pero insiste, con terca superchería, en que la pava está en la otra acera.
Esta supersticiosa oposición ha visto írsele de la mano no sólo un paro de dos meses, sino toda la fuerza que alguna vez tuvo en la empresa petrolera. Perdió en una parada mal tirada y peor calculada el apoyo militar con que contó. Despilfarró el capital político de una multitud que la siguió y de nada le sirvió contar, como ninguna oposición en parte alguna, con el poder económico (Fedecámaras), sindical (CTV), exterior (EEUU, España, Colombia) , eclesiástico (alta jerarquía), militar (generales de la plaza), petrolero (nómina mayor y contractual), gremial y mediático.
Refugiada in extremis en la esperanza de una mabita difusa, pasó del luto del cuervo en lúgubres marchas con antorchas, al profanado púrpura de un prelado que sueña baños de sangre. Y con todo, en lugar de caer la pava sobre el conjurado de sus obsesiones, lo que caen son los índices de la inflación, analfabetismo y desempleo. Mientras siguen subiendo los precios del petróleo, las inversiones extranjeras y el consumo necesario o innecesario. Resulta evidente que esta oposición en picada y extraviada, con un liderazgo perdido en la dimensión desconocida, debe con urgencia buscarse otros brujos.