Asisto, normalmente en silencio, al foro digital que se ha conformado en torno al ¿Qué hacer? de Felipe Pérez. Aunque, paradójicamente, sesgado de economismo, es un encomiable esfuerzo en la tarea de buscar caminos frente a la crisis (que no es económica sino una crisis de la transición). Tal esfuerzo no debería afectarse por los excesos, que ocasionalmente cometa algún forista desmedido (ni por el inaudito, bórrame de la lista).
Ninguna revolcada ideológica será más grave que el suave y cortés engaño discursivo, la bobalicona neutralidad o el desprejuiciado individualismo frente la infame asociación con una burguesía que jamás ha sido productiva. Porque esa es la verdadera crisis: el Estado democrático y social devenido reformista, ha preferido mantener artificialmente la vida de la vieja expoliadora abortando el embarazo comunal
Me molesta la santurrona distracción de la reconciliación nacional. Me perturba la desfachatada misantropía de aquellos que reclaman “su derecho” de acceder libremente a lo dólares, como si de descendientes de Quincy Adams se trataran. Me fatiga la abrumante traslación de la centralidad de la crisis al asunto monetario y cambiario.
Y me sucede todo eso porque estamos en un momento crucial, y así pareciera que Felipe Pérez lo ve también, cuando le plantea a Marea Socialista la necesidad de trasladar el poder al pueblo. Cosa que, para este gobierno, es sólo un discurso asociado a las reivindicaciones barriales.
Por todo esto, no logro entender como ese hipotético traslado (que sería a las comunas y no a la entelequia “pueblo”), no despierta preocupación, interés o curiosidad en los colisteros. Menos aún entiendo que se hable de la caída inminente de este gobierno como si tras ello viniera una marcha de disciplinados bolcheviques a llenar el vacío. Ya leímos a uno de los que participa en el foro: no soy político, ni chavista, ni adeco, ni copeyano, ni socialista, ni de la MUD o de la CAD, ni comunista, ni de la 4ta República ni de la 5ta… Lo que Lenin llamaba el culto a la espontaneidad.