El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.
Simón Bolívar
En la Venezuela bolivariana se han hecho importantes esfuerzos por orientarnos hacia un proyecto de país que permita refundar la Patria como un Estado democrático y social de derecho y de justicia, tal como lo señala nuestra Constitución. Esto exige la satisfacción de las necesidades sociales, sobre la base del desarrollo de las potencialidades creadoras y del desarrollo geopolítico y territorial integral de la estructura física, socio-cultural, económica, institucional y ambiental. Esta visión de totalidad orgánica debe ser capaz de tomar en cuenta las asimetrías y las diferencias particulares y singulares entre las comunidades y pueblos de las distintas localidades y regiones. No se reduce a una declaración de principios; es más bien un reto colectivo de transformarnos para transformar la realidad. Esto demanda una concepción del mundo y una posición ante la vida, que nos conduce a profundizar en algunos conceptos y métodos que relacionan el conocimiento de la realidad, con la posibilidad de prefigurar y gestionar su transformación.
Uno de los objetivos sociales más importantes, en tiempos de revolución, es el construir colectivamente una visión de planificación como praxis revolucionaria, en la transformación social. Precisamente en un intento de construir propuestas desde una perspectiva de clase, planteamos la planificación emancipadora como una herramienta conceptual y metodológica del proletariado para anticipar, intervenir y controlar acciones, diseñadas y estructuradas democráticamente, para transformar la realidad en la construcción del socialismo1.
¿La carreta delante de los caballos?
Desde 1999 hasta la fecha, en Venezuela, se han venido explorando y planteando formas concretas de planificación centralizada, vinculada al desarrollo político y conceptual de esta revolución en sus distintos momentos. Su reciente definición como socialista, condujo a la propuesta del Proyecto Nacional Simón Bolívar (PNSB) 2007-2013, el Primer Plan Socialista de la Nación y en la actualidad para el 2013-2019, se tiene como referencia el Plan de la Patria, presentado por Chávez y luego por Maduro, como propuesta electoral presidencial, para los próximos 6 años y que se constituyó en uno de los legados dejados por el eterno comandante de la revolución bolivariana.
Este proyecto de país, tal como lo señala el PNSB, se orienta en primera instancia al logro de la mayor suma de felicidad posible. Esto pasa por la eliminación de la pobreza y la exclusión social, que incluye salud integral, vivienda digna, educación de calidad para todos y todas, la universalización de la seguridad social y la identidad nacional y latinoamericana. Sin embargo, concientes de que el ejercicio de los derechos implica la corresponsabilidad social de las organizaciones comunitarias como parte del Estado y que el sistema capitalista no sólo estratifica a los seres humanos en categorías sociales irreconciliables, sino que impone un uso irracional y ecológicamente insostenible de los recursos naturales, el objetivo de la suprema felicidad no será posible, sin el desarrollo simultáneo e inseparable de una democracia participativa y revolucionaria y de la eliminación del modo de producción capitalista.
A pesar de los esfuerzos teórico-prácticos del PNSB, en las instituciones se mantiene una cultura de planificación normativa y reproductora, que no depende de su propuesta programática sino de la cultura dominante, profundamente peligrosa para el destino de la revolución. Los planificadores tienden a utilizar los enunciados del Proyecto, y contradecirse en las acciones programadas para su logro, así que cualquier fracaso será atribuible al proyecto mismo y no a las personas que lo “dirigen y controlan”. Esto descalifica su esencia conceptual y práctica.
Partimos de que el desarrollo pleno del buen vivir, dentro de la concepción del Proyecto de País, debe permitir la ruptura con el esquema normativo y reproductor del sistema capitalista, que por su lógica niega esta posibilidad. Toda planificación transformadora de la realidad debe comenzar por una idea y un propósito, antecedido por una necesidad histórico-cultural y una intención social de satisfacerla, pero es en el propio camino social de construcción del mismo, como se van develando las formas concretas para lograr el objetivo, no solo como propuesta teórica, sino como acción realizable. Este tipo de planificación no termina con la ejecución del proyecto, ni con su puesta en marcha o por el uso del producto derivado de él por la comunidad. Más que un fin, se le podría asignar una delimitación práctica al proyecto transformador, cuando objetiva y subjetivamente sea capaz de enlazarse con otros proyectos, que le den significado social y transcendencia histórica, para incidir en un cambio de cultura.
El proyecto de desarrollo productivo de una empresa nacionalizada, antes o durante este gobierno, se verá siempre frenado por su incapacidad y autonomía financiera, no solo la de hoy, sino a lo largo de su historia como empresa capitalista. En el marco de la legislación burguesa, el cambio nominal de propietario, aunque sea el Estado, no cambia su esencia ni la dependencia al mercado capitalista dominante a nivel mundial. El incumplimiento con la exigencia operativa para responder a las políticas del gobierno revolucionario, obliga a centrar los mejores esfuerzos, en la elaboración de propuestas concretas de solución, que permitan avanzar financiera y organizativamente para ir logrando el "punto de equilibrio " y colocarla al servicio del pueblo, sin comprometer la obligatoria humanización del trabajo y la soberanía productiva.
En el marco de una profunda lucha de clases, que ha colocado a las instituciones del Estado al servicio del capitalismo y de intereses particulares, las concepciones y prácticas reproductoras del capital, son muy difíciles de vencer con actitudes pragmáticas, voluntaristas y reformistas, que caracteriza a buena parte de la burocracia del Estado. Si el propósito real es superar los obstáculos que nos impiden avanzar y aprovechar el potencial histórico-cultural y la sabiduría del pueblo, forjada al calor de la lucha, la carreta no se puede colocar por delante de los caballos para lograr la construcción de la Patria que soñamos. No podemos atropellar los procesos vividos por la clase trabajadora. Es necesario construir teoría revolucionaria desde la acción y para la acción transformadora y garantizar una eficiencia revolucionaría con indicadores propios del avance de la construcción del socialismo, sin determinismos históricos ni izquierdismos acríticos.
¿Transformación social sin subversión del capital?
Toda acción que se oriente hacia el socialismo es de naturaleza subversiva porque rompe con lo establecido y propicia la transformación social desde la raíz. Por eso la transformación se inicia por el cambio del propio sujeto y culmina con la instauración de una nueva cultura liberadora2.
En la Venezuela bolivariana si bien no hay duda que buena parte de la renta petrolera ha financiado la cobertura y la tendencia a la universalización en la satisfacción de necesidades básicas y se ha orientado a la inclusión social y la atención personalizada para los grupos sociales en situación de máxima exclusión social, es importante evaluar la estabilidad en tiempo de esta política humanista, luego de más de 14 años de revolución. Igualmente, hay que preguntarse sobre la calidad de los proyectos que han favorecido el auto-desarrollo de las personas, las comunidades y sus organizaciones, ya que muchos de ellos, no han contado con el apoyo de los representantes del gobierno, como lo indica el propio PNSB. Incluso, en algunos casos, han obstruido las prácticas democráticas, responsables y autogestionarias de las comunidades organizadas.
La dura situación social heredada por el proceso revolucionario venezolano, si bien ha sido enfrentada con acciones y medidas que han "enterrado" el Pacto de Punto Fijo y han logrado superar enormemente la calidad de vida de la mayoría de la población, aún no ha podido superar la cultura consumista, fuertemente anclada, propia de un país capitalista de alta renta petrolera. Peor aún, no ha podido responder a la utilización que hacen, precisamente, los herederos y responsables de la creación de dicho pacto, para actuar en contra del proceso revolucionario.
La riqueza de la burguesía, que hoy pretende retornar el poder político desplazando al gobierno revolucionario, se construyó sobre la base de la destrucción de la naturaleza y el uso irracional de la explotación minera para la exportación, la precarización y flexibilización del trabajo y la entrega descarada de las riquezas al capital multinacional, con creciente pérdida de la soberanía e independencia nacional. Se transformó en una burguesía parasitaria comercial y financiera, que capta la renta petrolera, sin dejar ningún beneficio productivo en el país. Esto sigue igual en su esencia, aunque con nuevas formas sofisticadas de especulación y “guerra económica”, que son imposibles de superar aplicando solo “controles” en sus inevitables manifestaciones más visibles y sin poder eliminar las causas de raíz que las genera.
La política neoliberal, heredada de la cuarta república, tiene su manifestación más concreta en la destrucción sistemática del aparato productivo nacional y en la dificultad estructural de su posible recuperación, propia de la división internacional del trabajo que le han impuesto a Venezuela, los grandes grupos económicos que dominan la economía mundial; así como de la eliminación intencional de las empresas estatales de transporte y distribución de productos y bienes de consumo, que aún no ha podido superar el gobierno revolucionario.
El control de las importaciones y exportaciones por el gobierno revolucionario, en medio de un mercado capitalista mundial, tiende a reproducir el Estado capitalista del pasado, independientemente de que se mantenga una distribución de la renta petrolera para "la asistencia social". Esto no garantiza "el no retorno", aspirado por Chávez. De hecho quien sigue capitalizando la mayor parte de esta renta petrolera es el que tiene el poder económico: la burguesía. Se requiere un crecimiento significativo y de cambio radical del aparato productivo nacional, que apunte hacia la independencia y la soberanía productiva, donde la clase trabajadora tenga el control creciente de la producción y distribución de productos y pueda avanzar hacia la autogestión de la sociedad.
La evidencia histórica de la necesidad de profundizar la planificación de la revolución bolivariana, que tenía Chávez, está contenida en los cinco objetivos históricos del Plan de la Patria (2013-2019). Defender, expandir y consolidar la Independencia Nacional, continuar construyendo el Socialismo Bolivariano en Venezuela, convertirla en un país potencia en lo social, lo económico y lo político, que garanticen una zona de paz en nuestra América, así como contribuir, tanto al desarrollo de una nueva geopolítica internacional para el equilibrio y la paz planetaria, como a la preservación de la vida en el planeta, nos permitirá, sin lugar a dudas, construir un plan transformador de la Patria. Sin perder la visión de totalidad concreta en permanente transformación, cada objetivo transversa a los demás y por tanto su concreción particular contribuye con los otros.
La profundidad de cada planteamiento sugiere que no solo se trata de objetivos históricos bien definidos y articulados, sino que los mismos no se logran con el cumplimiento de un número determinado de proyectos de esa inmensa lista ofrecida en el Plan. Por el contario, la heterogeneidad de las propuestas y la precisión de muchas, propia de una campaña electoral nacional muy cercana a la población, puede comprometer su sentido histórico y orgánico en el proceso de transformación, ya que corre el riesgo de ser reducida a la suma de acciones individuales y parciales, imposible de cumplir de manera sincrónica y articulada.
No negamos la existencia de proyectos indispensables, contenidos en el Plan de la Patria, que deben ser articulados a los planes regionales y sectoriales. Pero también, hay que reconocer que las circunstancias, condujeron a que la inclusión de algunos proyectos, hoy se vean como inconvenientes o irrealizables, de acuerdo a la dinámica social y del propio objetivo histórico planteado. Muchas de las correcciones e inclusiones podrían estar en los resultados de la constituyente que se realizó, posterior a la reelección del Presidente Chávez y otras, han surgido y surgirán de los inevitables cambios de la política que ha vivido la revolución bolivariana, incluido la desaparición física del máximo líder y la coyuntura de crisis del capitalismo mundial que afecta a nuestra Patria. Con una visión histórica y de conocimiento sociocultural y territorial de cada realidad concreta, y bajo los lineamientos de los objetivos históricos del Plan de la Patria, podremos construir y validar Planes Estratégicos con líneas de acción y proyectos específicos para la acción transformadora de la realidad en la construcción del socialismo.
El error de mayor riesgo revolucionario es creer que todo se dirige o se hace bajo la tutela del gobierno. Para el impulso del segundo objetivo histórico sobre la construcción del socialismo, se requiere cambiar las relaciones sociales de producción capitalista, contenida en organización del trabajo, hasta ahora dispersa y fragmentada por el propio capitalismo. Esta nueva organización de las unidades productivas debe estar dirigida y apoyada orgánicamente por los consejos de trabajadores y trabajadoras. Para este objetivo, la clase obrera debe avanzar autónomamente en su organización y ser capaz de asumir el reto de formarse política-técnica e ideológicamente en la propia acción transformadora de la producción y de la sociedad, así como para eliminar y superar la visión corporativista, el burocratismo y la corrupción inherentes al sistema capitalista. Eso no se hace por decreto, ni por la voluntad de un gobierno.
Todo plan se hace para incidir en el futuro, y se construye sobre la base del conocimiento de las tendencias históricas de la realidad actual. En el momento de su ejecución, los revolucionarios debemos ser muy meticulosos en la validación de las premisas históricas que le dieron origen, ya que puede variar el alcance y las formas concretas que harán posible la transformación de la realidad en la dirección deseada.
La planificación emancipadora no puede ser estática y negar la historia. Si queremos romper paradigmas, debemos hacer un esfuerzo sincero por comprender la realidad en la que vamos a actuar para transformar. Como revolucionarios y chavistas no podemos decir esto se ha hecho siempre así y así seguirá. Esto es un error y la demostración de debilidad ideológica del que lo afirma. Cada quién sabe el esfuerzo que hace y el que le corresponde asumir, de acuerdo a su conciencia, para no dejar de ser revolucionarios.
1Elizabeth Alves (2013) Planificación Emancipadora. Subversión contra el capital desde la Venezuela bolivariana. Buenos Aires: Herramientas Ediciones
2Idem.