Eduardo Lapi no es el verdadero padre de las morochas, como lo ha venido pregonando el MVR. Al aseverarlo, los boinas rojas incurren en un error histórico y genético. En política, estos equívocos suelen mantenerse en el tiempo y convertirse en verdades aceptadas. El investigador, sin embargo, debe hurgar en la historia y poner las cosas en su sitio. Es lo que intento aquí.
Las pesquisas que adelanté durante meses en las hemerotecas, hoy me llevan a anunciarle al expectante país que el auténtico papá de las morochas es Teodoro Petkoff. No me jacto de develar un misterio como el que guardaba aquel Don Rafael de El Derecho de Nacer, pero le restituyo el mérito al legítimo progenitor de las criaturas. Todo empezó cuando el MAS alcanzó una cota electoral que José Ignacio Cabrujas denominó “el 5% histórico”.
La cúpula del partido naranja optó entonces por hacerles trampas a sus compañeros de la provincia e imponer los candidatos desde Caracas. En esas elecciones al viejo Congreso Nacional, Petkoff se lanzó a diputado por dos estados, Anzoátegui y Zulia, para impotente arrechera de los masistas maracuchos y orientales. El catire no enmorochó dos tarjetas, sino dos estados completos, en torno al “yo” de su persona. Así nacieron las morochas, contra las que ahora quiebra lanzas en nombre de una ética política que ayer engendró las hoy odiadas mellizas.
Por esos tiempos de la Cuarta, adecos y copeyanos habían inventado una cosa que llamaban diputado adicional o por cuociente. Este sistema y los estados enmorochados le permitieron al líder naranja salir diputado de chiripa, como se le llamó. En el camino quedaron las víctimas. Alexis Ortiz pasó de COPEI al MAS y como sabía que no le darían chance en Caracas, se fue a vivir a Anzoátegui y a organizar el partido allá. Cuando tenía lista y forjada su candidatura a diputado, desde la capital el cogollo naranja lo desplazó al segundo lugar y le impuso a Petkoff. De la tibiera, Ortiz se salió del MAS y, años después, con los votos de Primero Justicia, llegó a la alcaldía de Lechería. Sin concluir el mandato, huyó a Miami, desde donde culpa al régimen de sus desmanes administrativos.
En el MAS de Teodoro, el enmorochamiento también era post electoral. A un dirigente regional del estado Sucre, le cogieron sus votos y se lo sumaron a De Paola para que éste saliera diputado. El masista oriental armó un berrinche y no recuerdo si frustró la añagaza, como diría Ramos Allup. Se trataba, pues, de morochas rústicas, descaradas, de tarjetas, votos o estados; unas veces antes y otras después del acto electoral. Si no lo creen, pierdan un tiempito en la hemeroteca nacional y ahí encontrarán ésta y otras historias gemelas con pelos y señales.
Si el catire Teodoro fue el papá legítimo de las criaturas como quedó demostrado, Eduardo Lapi también tiene sus méritos; él viene a ser el padrastro de las morochas, pues las adoptó, mejoró y blindó para la historia. Por esos los editoriales de Petkoff, más que un acto de hipocresía política o desmemoria voluntaria, son el típico caso del padre que niega a sus hijas y se resiste a pagarles la pensión hasta que el culebrón se desenlaza y todo se sabe, como en El Derecho de Nacer.
P.S: 24 diseñadores con sus supermodelos, presentan mañana sus colecciones de moda en Plaza Altamira. Después de la guarimba, allí como que prefieren las 90-60-90 al manoseado y púrpura 350.
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