El mismísimo Chávez lo dijo en su oportunidad;” el socialismo o es científico o no es nada”. Pero Chávez como cualquier otro también era un hombre contradictorio; es así luego del descubrimiento de su enfermedad, por recomendación de un cura amigo suyo, cambió la clásica consigna: “Patria, socialismo o muerte” por el de “Independencia y Patria Socialista… viviremos y venceremos”.
Sin embargo, en nada torció el rumbo el cambio de consigna: dejar de mencionar la palabra muerte no impidió el avance de su enfermedad. Durante el tiempo que Chávez copó la escena política, social, cultural y familiar en Venezuela, no hubo espacio para otra cosa que hablar de Chávez. Nadie en la Venezuela contemporánea ha tenido tanta influencia en toda lo sociedad. Supo este soñador y hombre de acción, marcar a todo el mundo con su embrujo.
Resucitó la palabra socialismo cuando prácticamente ya nada nadie la mencionaba; revivió la polémica política cuando antes era un aburrimiento, hizo reír y llorar a más de uno, en fin por mucho tiempo en Venezuela no se hablará de otra cosa de un antes y un después de Chávez. Sucumbió este huracán humano a sus propias creencias: llevó consigo el escapulario que ya antes había acompañado a su ascendiente en la Venezuela de las montoneras.
Nada pudo detener el lamentable desenlace de su partida; tan dolorosa, como inoportuna. Chávez creía en todo, era un ser sincrético por excelencia, pero ante todo fue auténtico. Su peregrinaje por toda Venezuela para agradecer su recuperación física a cuanto santo, virgen, ánima en pena tuviera alguna relevancia en el altar de ese mundo, en dónde no hay discusión sino entrega en la fe, fue visitado; todo ese peregrinaje, no pudo con la enfermedad.
Así era él, terco, auténticamente terco, un terco creyente. Todo se le perdonaba a Chávez, inclusive ese enredo de cristianismo primitivo, con espíritus de la sabana, babalawos cubanos y dioses indígenas. Pero Chávez no era pendejo.
Llegó a conocer la realidad venezolana como ningún gobernante lo ha hecho en una “catajarra” de años. Para eso se convirtió en un excelso autodidacta que intuía la realidad después de haberla pasado por el cedazo de las lecturas noctámbulas y el cotejo de la vida diaria.
Pero Chávez era Chávez. Ahora, es preocupante lo que está ocurriendo con Maduro, lo del pajarito pues simplemente causó risa y es hasta perdonable entendiendo que estaba pasando, como allegado directo de Chávez, por una etapa post traumática.
Pero eso de que Chávez se le apareció a no sé quién en no sé dónde; ay papa eso si es preocupante. La crisis del país es real, la conspiración del país es real, las contradicciones del accionar del GABINETE ECONÓMICO es real, la división dentro de las filas chavistas es real, la corrupción del país es real, la persecución a la disidencia chavista es real, la penetración del paramilitarismo es real, la ineficiencia es real, el desgaste del gobierno es real.
Es por ello necesario poner los pies en la tierra; en consecuencia, atender a las señales de la realidad y no a las esotéricas Es imperioso atender las voces críticas como las del Toby, o Wladimir Acosta, Nicmer Evanas, Heiber Barreto, entre otros.
Es imperioso atender las demandas de los aliados del PSUV, las demandas más allá de las coyunturas electorales. ¡Carajo Maduro! Chávez no está ni en el pajarito ni en una piedra, Chávez está en las contradicciones de clases y en la necesidad de un cambio del modelo productivo y por ende de las relaciones sociales de producción; esa vaina esotérica debe dejarse para la familia, o para las personas en su intimidad espiritual.
Si se prefiere, necesario es recordar lo que en una oportunidad dijo el camarada Luis Acuña cuando fue Ministro de Educación Universitaria: la religión es para la familia y la educación para el Estado.
Pretender desviar la atención de la cruda realidad hacia los problemas esotéricos nos podría llevar a que un día de estos aparezca alguien con un fulano Horóscopo Socialista, en venezolana de televisión, en radio Nacional de Venezuela y en el Correo del Orinoco, ustedes se imaginan esa vaina. Maduro, madura.
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