Lo peor que puede ocurrirle a un gobierno asediado por el enemigo, es
generar la sensación de que no es capaz de tomar acciones drásticas para
neutralizar o “poner en su lugar” a quienes le asedian.
¿Por qué esta afirmación? Porque desde nuestra humilde opinión el
gobierno venezolano está generando en la población, y lo que es peor, en
sus enemigos, esa sensación.
Las vivencias del pueblo chileno, en los meses previos al golpe de estado
contra Allende acuden a nuestra memoria y no podemos, en consecuencia,
dejar de preguntarnos si los líderes de la Revolución Bolivariana han
pulsado la opinión del pueblo, respecto a su actitud en la lucha contra
quienes le han declarado abiertamente la guerra.
La tarea del gobierno no puede ser denunciar, por ejemplo, que
Fedecámaras y Venamcham dirigen una guerra económica contra la nación.
Eso podrá ser tarea de un diputado o del partido mismo, pero jamás del
gobierno. Si el ejecutivo está seguro de lo que afirma, su tarea es tomar
acciones destinadas a castigar a quienes cometen por lo menos el delito
de traición a la patria; delito al que se podría sumar el de asociación
para delinquir, acaparamiento, especulación, sabotaje, terrorismo y
algunos otros.
En Venezuela, todos, incluso los escuálidos, están conscientes de que las
denuncias del ejecutivo venezolano están ajustadas a la realidad; no en
balde somos víctimas de esa guerra. Pero, insistimos, el gobierno no fue
elegido para denunciar, sino para actuar de acuerdo a la ley.
Nos preocupa enormemente lo que definimos como “la estrategia de la
amanazadera”. Eso podría tener efecto en unos pocos; pero en gente que ya
participó en dos paros generales, en un golpe de Estado, en guarimbas,
en un sainete como el de Altamira, en un sabotaje petrolero, en actos
terroristas, en asesinatos y en múltiples acciones de sabotaje, y que
para colmo tienen el apoyo gringo; no surte el más mínimo efecto.
Siendo justos, tendríamos que reconocer que se han tomado algunas
acciones pero el resultado bien podría ser clasificado de nulo. Samán fue
presentado como casi el mecías que acabaría con el acaparamiento y la
especulación y ambas siguen campante dándole hasta con el tobo al pueblo.
La ley para regular la venta de vehículos era la panacea y que le
pregunten a los que sueñan con poder comprar uno al precio establecido.
Contra los "bachaqueros" se anunció todo el peso de la ley y siguen
arrasando con los supermercados. A los buhoneros que venden los productos
de Mercal, a tres veces el precio, se les prohibió la comercialización de
alimentos y uno se los consigue en todas las esquinas. Los raspatarjetas
siguen haciendo el gran negocio. Las líneas aéreas hacen imposible que el
pobre pueda viajar... y para que seguir, si todos sabemos lo que pasa.
“Después no se quejen”, “no vamos a aceptar esto o aquello”, “les vamos a
secar sus fuentes de aprovisionamiento” “les vamos a poner los ganchos”
son amenazas que si no van acompañadas de una acción firme, decidida y
sin contemplaciones, generan en la población un efecto contrario al que
se busca. Terminamos convirtiéndonos en aquello que recoge el refranero
popular que dice: “Pura bulla y poca cabulla”.