Si la Cumbre de Salamanca reveló varios cambios en las relaciones interamericanas cuando, junto a España y Portugal, los países latinoamericanos, (algunos como México y Colombia, a regañadientes) votaron proposiciones que incomodaban a Washington, ésta de las Américas reunida en Mar del Plata mostró divergencias de mayor profundidad, y precisamente por esa razón, los alineamientos dividieron la región. Al presidente Vicente Fox le faltó poco para pedir que en una próxima Cumbre no invitaran a los países de Mercosur y Venezuela opuestos tan firmemente a revitalizar el Alca.
Ayer continuaban las negociaciones, hubo quienes buscaban un término medio, y es posible que se hubiese producido algún mínimo acuerdo. Siempre es posible, aún en los momentos de mayor tirantez y tensiones.
Lo más destacable es que se enfrentaron dos concepciones del desarrollo y del comercio en la región, y el presidente Kirchner fue bastante claro en su discurso de apertura cuando criticó duramente al llamado Consenso de Washington, cuyas teorías neoliberales fracasaron trágicamente y sus consecuencias “recorren trágicamente el mapa de la inestabilidad latinoamericana”.
El comercio entre economías como la estadounidense y las de países de mediano desarrollo, o muy pequeñas, no puede desenvolverse libremente, pues sólo beneficiará al poderoso. De allí el planteamiento integracionista, y de acuerdos con economías complementarias.
En la Cumbre de los Pueblos, el presidente Chávez fue más radical en su discurso y anunció el entierro del Alca. Como fue originalmente concebido y aprobado en Quebec, con el voto salvado de Venezuela, ese tratado ha fracasado. En el fondo, se enfrentaron Chávez y Bush. No es posible agrupar a todos los países, salvo que EEUU haga sensibles concesiones a las que se ha venido negando obstinadamente en defensa de los intereses de sus productores agrícolas y de sus tecnologías.