El estadio, el pasado, la fiesta y el cementerio

Una bandera de Montoneros sobre una platea, otra del PRT en el campo de juego; una enorme del Che Guevara sobre el palco oficial. La mirada de Diego Maradona recorre, en trescientos sesenta grados y con asombro, un escenario que fue inaugurado por la dictadura militar en 1978, para el Mundial, cuando los militares contaban con el apoyo popular para "aniquilar" montoneros, perretistas y para prohibir todo libro, poster o fotografía que mostrara al barbado ícono mayor de las revoluciones.

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¿Qué ha cambiado en nuestra Argentina para que ahora, el mismo estadio, aunque no el mismo pueblo, albergue unas 20.000 personas dispuestas a gritar "Socialismo o Muerte", "Patria o Muerte" y otras consignas tan rojas como aquella sangre derramada? ¿Será ese treinta y pico por ciento de simpatías que, según recientes encuestas, despierta Chávez en la Argentina, muy por encima de todos los demás presidentes de Latinoamérica?

Guste más o guste menos a la veintena de partidos de izquierda, Hugo Chávez ha logrado lo imposible: aquí se juntaron a escucharlo jóvenes K, jóvenes NO K, columnas populares de los oficialistas Miguel Bonasso y Luis D´Elía, militantes trotskistas, comunistas y guevaristas, veteranos de Malvinas, piqueteros varios, intelectuales y artistas progresistas, las Madres de Plaza de Mayo y las de Línea Fundadora, sindicalistas de la CTA y su oposición y una enorme cantidad de muchachas y muchachos a quienes la idea de un socialismo nacional y popular les da vueltas por la cabeza.

Durante dos horas y veinte minutos, el hombre exhibe un manejo de oratoria y conocimientos de historia que no abundan en los otros 32 jefes de estado, a quienes Chávez llama "mis colegas". El venezolano habló de fútbol, béisbol, socialismo, ALCA, ALBA, Rosa Luxemburgo, Marx, Miranda, San Martín, Bolívar, le cambia la letra a los tangos, cita canciones de su tierra, cuenta anécdotas, califica a Menem de cipayo y, sobre todo, divierte y entretiene a todos.

También hay silbidos. La primera vez, cuando en la extensa lista de quienes lo acompañaban en el palco, Chávez cita a D¨ELÍA. Luego, cuando el audio es confuso y pide "una bulla para Fidel" y buena parte de la gente no entiende que pide aplausos o trompetas para el cubano.

También cada vez que nombra a Bush o a iniciativas de los Estados Unidos, sucede lo mismo. Las reiteradas menciones al socialismo, palabra que se encuentra sólo en el álbum de los recuerdos del matrimonio Kirchner, lejos de descolocar a todos los simpatizantes K que se desparraman por el estadio, generan aplausos de todos, incluyendo a Maradona.

¿Es que Maradona se volvió socialista? ¿Es que Bonasso y Cía son ahora neo marxistas 2005? Nada de eso. Como cuando Fidel habló en la Facultad de Derecho en 2003, su auditorio sabe que, en este tipo de actos, se puede ser socialista por un rato. Chávez conoce bien que juega de local. La mayoría de quienes están en el estadio creen, a su modo, en un mundo socialista. Aunque cada uno supone que la vía para llegar a la sociedad igualitaria es diferente, lo cierto es que un Chávez conciliador con el sistema o que le hablara al empresariado nacional, hubiese decepcionado a más de uno.

No sólo fue un acto contra Bush. Fue una lección de construcción revolucionaria. Lenta y basada en la educación. Dio consejos: "Cuando tengan un rato libre, lean". Explicó que según Martí y también según Bolívar, los pueblos que no leen serán siempre dominado. Recomendó, cual vendedor de librerías, que todos abrevaran en Chomsky.

En su momento de combate, anticipó que "una guerra de Cien años", esperaba a los Estados Unidos si se animaban a meter pie en alguno de los territorios de América Latina. Sin hacer referencia a los años de muerte entre Francia e Inglaterra, Chávez dio a entender que los pueblos latinoamericanos le han perdido el miedo a los yanquis. Para avalarlo, un dicho popular: "a cada chancho (imperio) le llega su sábado. Quizás estemos en la noche del jueves".

"Bush, fascista, vos sos el terrorista", gritaba la gente mientras desde el atril se destacaba que Cindy Sheehan, la madre del soldado estadounidense muerto en Irak se había convertido en faro de protesta de miles de sus compatriotas que empezaban a cambiar de opinión sobre la invasión.

Así, de pronto, uno de los estadios símbolo de aquel proceso pasó por los estados de ánimo diversos que muestran los pueblos al pendular. Clima de fiesta, canciones viejas y hermosas recién nacidas para muchos (A Desalambrar, de Viglietti; Sólo el amor, de Silvio ), y una sentencia chavista que ojalá se convierta en historia: "Mar del Plata será la tumba del ALCA". Hoy, parece difícil. Aún estamos llenos de genuflexos.

Si fuera así (mañana tendremos una visión más clara, pero los yanquis y el amanuense de Vicente Fox están cabrones), está crónica debía ser fechada "desde el cementerio". Quizás el único cementerio que nos daría alegría volver a visitar...

Noviembre 4th, 2005



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