Defender la revolución en construcción en Venezuela significa defender la alegría, tal cual nos dice Benedetti: defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y de los miserables. Sí hay que defender la alegría esa que nos quieren quitar los enemigos externos y la derecha interna. Defender la revolución como una trinchera; defenderla de los saltos de talanquera y del intento de frenar los cambios por parte de los reformistas. Defender la revolución del escándalo de los que andan en el chisme a cada rato, de la hipocresía, de la falsa modestia, de las zancadillas y de los atajos.
Defender la revolución de la rutina, esa de los que son trabajadores de quince y último, de los que están por que se benefician y benefician a los suyos, de los que andan en guisos y corruptelas, de los que no cumplen las tareas pero se encaraman en las tarimas para que los vean, de los que no estudian pero saben más que pescado salado, de los que entorpecen el trabajo, de los compadres y las comadres de los jaladores de mecates.
Defender la revolución de los miserables, de esos que se aprovechan de las necesidades de los más débiles para hacer negocios con las ventas de terrenos, y el cobro de cuotas en las mal llamadas Asociaciones de Vivienda, de los que estafan ofreciendo cargos, o taxis o quien sabe que otras cosas, defenderla de los miserables que cobran el diez y hasta el treinta por ciento de comisión y no les pasa nada, defenderla de los miserables que le venden al gobierno con sobreprecio, defenderla de los miserables que son cómplices y apoyan esas marramuncias.
Como dice el poeta: defender la alegría como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos, de los suicidas y de los homicidas, de las vacaciones y del agobio, de la obligación de estar alegres. Defender la revolución es creer en ella como un destino, no como un beneficio, defender la revolución del fuego a la que la exponen todos los días los mercenarios y palangristas de los grandes medios, defender la revolución de los bomberos que dentro del gobierno y el partido no quieren que este proceso se radicalice en beneficio de los más necesitados y que por el contrario se sienten bien desde sus aburguesados puestos de comando, haciendo creer que hacen pero sin hacer nada; defender la revolución de los suicidas que en sus apetencias personales anteponen sus intereses mezquinos por encima del colectivo, cavando con ello su propia tumba y la de la revolución; defender la revolución de los homicidas, esos que teniendo la posibilidad de darle respuesta al pueblo lo hacen esperar matando sus esperanzas.
Sí es verdad como lo dice Benedetti: defender la alegría como un derecho, defenderla de dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte, de los apellidos y de las lástimas, del azar y también de la alegría. Defender la revolución como el derecho de un pueblo que fue siempre olvidado y traicionado y que hoy a vive mejor, el derecho a seguir viviendo con la alegría que las cosas cada día son mejores, defender la revolución de aquellos que dicen creer en dios y matan, de aquellos que van al culto y matan, de aquellos que van a misa y secuestran, de los que rezan pero roban; defender la revolución de la muerte esa que se produce porque algún funcionario policial es cómplice y actor de la misma; defender la revolución de los apellidos que traicionan en nombre del proceso; defender la revolución de las lástima enfermiza que se exhibe para manipular y chantajear y amenazar velada o abiertamente; defender en definitiva la revolución del azar, de ese no querer planificar ni coordinar, sino el improvisar a cada rato y asignar tarea y tarea y tarea sin ton ni son y nos desgastamos; defender la revolución camaradas hasta de la revolución misma, que nos puede conducir a fagocitarnos sino aceleramos el paso y enderezamos el rumbo.
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