Para qué ir a la China a formar cuadros políticos

Reiteradamente el Presidente Chávez insistió en la necesidad de estudiar el marxismo como una de las corrientes del pensamiento que dentro del denominado socialismo científico nutren el numen ideológico-político-social y económico de la revolución venezolana. De manera que todos y cada uno de los cuadros de los partidos revolucionarios tienen la obligación ineludible de estudiar a Marx. No sólo esto. Todo revolucionario debe discutir lo leído, compartirlo con sus compañeros o compañeras más allegados. Y es que, hay que decirlo, no podemos seguir copiando ese esquema de la división del trabajo en la que unos piensan y otros trabajan. Pero para acercarse a Marx perfectamente se puede hacer a través de otros textos de intelectuales que lo estudiaron y que a su vez produjeron otros textos.

Si algo ha enseñado esta revolución es que todos y todas podemos y tenemos derecho a acceder al conocimiento. Lo que nos impide acceder a él no es la falta de oportunidades como se decía y todavía se dice; no nada de eso y es que no se trata de tener una oportunidad, algo fortuito. Se trata de tener condiciones. Tener condiciones, es poder acceder al conocimiento a través de una serie de factores económicos y sociales que permitan a cualquier ciudadano sin distinción de clase social, credo religioso o político acceder al mismo. Si a algo le teme la oligarquía es a que el pueblo tenga conocimiento. No es entonces casual que aquí, en Venezuela, hayan fallado tantos planes de alfabetización. Bastó que una revolución llegara al poder para que al fin un plan de alfabetización surtiera los efectos deseados. La revolución bolivariana hizo eso posible. Es tarea de todo revolucionario no dejar que esa noble iniciativa decaiga. Lograda la alfabetización del pueblo hay que lograr ahora su alfabetización política.

Una alfabetización política sencilla, audaz alejada de las posturas academicistas, esa que nos hacen ver que hay unos intelectuales que piensan y unos pendejos que trabajamos. Estamos en contra de ese academicismo enquistado por ejemplo en las universidades tradicionales del país. Ese academicismo que todavía se niega a entender que aquí llegó un proceso de las manos con el pueblo y que ese pueblo ya demostró heroicamente en varias oportunidades que no está dispuesto a dejárselo arrebatar sin antes oponer fiera resistencia.

La formación de los cuadros de dirección de este proceso revolucionario es un asunto de primordial importancia si queremos que esto que apenas comienza a construirse, el socialismo del siglo XXI, pueda convertirse en una roca como el macizo guayanés, sólido. Ahora bien, la conducción de la revolución necesita de una dirección política-ideológica que permita acertar más y errar menos. De allí que se haga necesario una constante y sistemática formación de los cuadros de dirección. El no hacerlo implicaría caer en el vanguardismo, en el oportunismo, o en el voluntarismo, otra de las desviaciones del vanguardismo.

Ahora bien, tal como lo planteó Marx en su momento, no se trata de estudiar la realidad, de lo que se trata es de transformarla. Para ello debemos hacernos de un método de estudio que nos permita entender primero el por qué pasan las cosas, por qué son de esa manera y no de otra. Luego de entender lo complejo del fenómeno identificar cuál debe ser el camino a seguir. Entender la realidad pasa por ejemplo en conocer la formación social sobre la cual descansa el proyecto revolucionario venezolano. Para transformar esa realidad debemos contar con una solidez intelectual. Así las cosas compañeras y compañeros debemos decir que estudiar nuestra realidad nos permitiría comprender por ejemplo por qué somos como somos, por qué nos comportamos de una manera y no de otra. El hecho que Venezuela sea un país petrolero, periférico y urbano esencialmente nos otorga una particularidad dentro la heterogeneidad de la América Latina y del Caribe. La explotación petrolera en Venezuela ha hecho surgir una serie de fenómenos sociales. Ese binomio explotación petrolera- sociedad de consumo, vista en su conjunto revela la existencia de una cultura, una serie de comportamientos individuales y colectivos, unos perfiles psicológicos. Estos elementos a su vez se expresan en actividades, invenciones y en otros factores no materiales como la lengua, el arte, la ciencia.

Esa cultura del petróleo es la que por ejemplo ha hecho posible que Venezuela sea el país de América Latina que más consume energía. ¿Por qué ocurre esto? Porque tenemos una sociedad de consumo que privilegia el derroche. Y qué decir del agua. Hay una crisis mundial producto de las contradicciones de este modelo capitalista perverso y corrupto. En este país petrolero el agua no tiene precio parafraseando una conocida propaganda. Sí no tiene precio y en verdad no debería tenerlo, pero es que este modelo capitalista todo lo convierte en mercancía, hasta el amor. Por eso existe un día de la madre o del padre o de los niños y niñas, por eso existe un día de los enamorados. Existen para que nosotros consumamos. Pero bien volvamos a lo del agua. Y les pregunto en qué parte del planeta se barren las calles y aceras con agua. En ninguna parte, sólo en Venezuela. Esa es una cultura del derroche. En cuantas casas en estos momentos no hay un bote de agua en las pocetas. Pero es más en cuántas dependencias gubernamentales no tenemos en estos precisos momentos un bote de agua en una pluma que no cierra bien. Hay que cambiar nuestros hábitos. Debemos transformar nuestros patrones de consumo. De nada servirá que el gobierno nacional siga aumentando los sueldos y salarios si esos patrones de consumo no se alteran.

Y es que la ideología queridos compatriotas se incrusta, se amalgama, se atornilla en el inconsciente colectivo de los pueblos. De manera tal que el saber ideológico se sostiene desde una estructura lingüística que reside en el inconsciente, en el preconsciente y en la conciencia, para dictarnos el camino de lo que debemos defender. No estamos planteando la teoría del reflejo y de la causalidad mecanicista que establece que toda superestructura, o mundo de la ideas, es producto de las relaciones materiales que ocurren en la vida social, porque si así fuese el caso estaríamos cayendo en un reduccionismo, o en la imposibilidad de comprender la relativa autonomía que las ideas poseen. No son las ideas las que hacen cambiar el mundo sino un orden total.

La formación del hombre nuevo requerirá de un proceso virulento de cambios sociales. Hay que aniquilar la vieja ética. El pensamiento debe tomar el camino de la radicalidad, lo que significa una reestructuración de la sociedad. La conciencia revolucionaria debe superar la lucha de clases, condición sine qua non para llegar al socialismo. Este proceso debe ser llevado a cabo por el proletariado y significa la inclusión y participación de las masas enajenadas, desposeídas y explotadas de la historia. A pesar que Marx sabía que en las formaciones económicas sociales subsisten varios modos de producción, nunca pensó que el modo de producción capitalista, su ideario y su cultura pudieran sostenerse a perennidad. La construcción de un nuevo tipo de sociedad plantea la necesidad de una nueva ética. El socialismo nunca fue un proceso evolutivo de la sociedad, como lo pudo entender el evolucionismo de Morgan, ni un proceso socialdemócrata; muy al contrario, se trata de la ebullición de la lucha de clases. La revolución debe dar a luz una nueva visión del mundo. Hay que crear las bases materialistas de esta revolución. Hay que construir un sistema de interpretación. Ese sistema de interpretación que nos permita entender por ejemplo el problema de la alienación. Saber que el trabajador explotado, de lo único de lo cual es dueño dentro de un sistema capitalista es de su fuerza de trabajo.

La mercancía aliena a los hombres, se sitúa frente al trabajador que la produjo y no puede ser consumida por éste. Lo único que podrá exorcizar el maleficio para el obrero dentro del capitalismo es la aparición de la sociedad socialista, pero mientras la base primordial esté asentada sobre la estructura del valor de cambio, subsistirán las diferencias entre los hombres. De allí que se hace necesario romper, volver trizas, siquitrillar, demoler, hacer explotar, al Estado burgués y su odiosa hegemonía. Por ello el socialismo no es otra cosa que la emancipación de la vida. La idea de la revolución es construir una sociedad más justa para los hombres, que permita acabar con el trabajo alienado. El trabajo dentro de una sociedad socialista como la que estamos aspirando a construir debe ser un proceso de juego, de creación. El obrero socialista debe ser un artista, ya que la sociedad socialista le concede las bases materiales parta que esto fuese posible. POR TODO ELLO TENEMOS UNA TAREA PENDIENTE: LA FORMACIÓN Y LA CONCIENTIZACIÓN; LA FORMACIÓN DE LOS CUADROS PARA LA CONCIENTIZACIÓN DEL PUEBLO. “Investigaciones realizadas en los últimos años determinan que no sólo resulta necesario contar con dirigentes de un alto nivel profesional egresados de centros de enseñanza de nivel superior, universidades, escuelas especializadas, etc., sino que se hace evidente la necesidad de asignar importantes recursos a la actualización sistemática y al entrenamiento constante de los dirigentes… En cada momento hay que tener en cuenta los distintos niveles de preparación de los dirigentes cuando se va a realizar el diseño de los programas de capacitación, especialmente para hacer efectiva la determinación de las necesidades de aprendizaje de cada uno de ellos… Otro problema objeto de análisis y valoración es el relacionado con el balance entre teoría y práctica, que en su contenido deben asegurar los programas de capacitación para dirigentes” Orlando Borregro: Rumbo al Socialismo, 2009.

Es por ello que tenemos dentro de las filas revolucionarias y del gobierno debilidades en cuanto a la dirección. No son pocos los (as) líderes que de dirigentes tienen las ganas y nada más y como dice el refrán llanero “Deseos no empreñan”. Estos “liderazgos” le hacen más daño al proceso que favores. Estos “liderazgos” son los que en sus peleas intestinas alejan al pueblo de la revolución. En verdad hay poco liderazgo, lo que hay por “bojote”, como lo hemos venido diciendo son caudillitas y caudillitos que se creen las (os) todas (os) poderosas os); que saben más que Chávez, que saben más que pescado salado. Y por eso como dice el documento de las líneas políticas estratégicas del PSUV (por cierto que hoy se han olvidado) sino rectificamos corremos el riesgo de alejarnos cada día más de las bases de la revolución, que dicho sea de paso no solo están en el partido de gobierno. Si estas caudillitas y caudillitos siguen haciendo lo que han venido haciendo dentro de sus estrechas parcelas en verdad estamos fritos. No es enviando a un puñado de “cuadros” a formarse a China como vamos a resolver este problema, es más productivo y, además más económico, idear un plan de formación permanente en cada una de las estructuras de los partidos revolucionarios, las estructuras del gobierno y sobre todo las estructuras del Poder Popular. He aquí una pequeña lista de autores venezolanos que bien pueden contribuir a ese plan de formación: Domingo Alberto Rangel, Orlando Araujo, Ludovico Silva, Alberto Carnevali, Salvador de la Plaza, Miguel Acosta Saigne, Rodolfo Quintero. Con la lectura de estos siete insignes venezolanos tendríamos las suficientes herramientas para comprender la Venezuela nuestra y transformarla. Para qué ir a la China, dejémonos de esos cuentos chinos.

isidrocamacho@hotmail.com



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Isidro Camacho Manzano

Isidro Osvalinoc Camacho Manzano Docente Universitario, Profesor a dedicación exclusiva UNELLEZ-VPDS Barinas.

 osvalinoc@gmail.com

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