En el contexto académico de nuestra América dedicado a la cuestión criminal se utilizan un par de términos importantes para la reflexión sobre el fenómeno policial: policización y policialización.
A través del término policiazación Zaffaroni (1998) explica el proceso a través del cual la institución policial crea a sus policías, haciendo una paralelismo con los procesos de criminalización que crean delincuentes, desde una perspectiva interaccionista. En el plano formal las instituciones policiales manejan un discurso moralizante; pero en la realidad, como consecuencia del rol que le asignan los medios de comunicación (no intervención judicial, solución ejecutiva de los conflictos, machismo, etc.), se le exige al policía que su conducta sea la misma que la de un psicópata. Es así como se da un “proceso de deterioro al que se somete a las personas de los sectores carenciados de la población que se incorporan a las agencias militarizadas del sistema penal, consistente en deteriorarles su identidad originaria y reemplazarla por una identidad artificial, funcional al ejercicio de poder de la agencia”.
En contraste, a este proceso subjetivo que forja al funcionario policial, Sain (2008) utiliza el término policialización para explicar el proceso a través del cual los gobiernos entregan a “la institución policial tareas básicas de dicho gobierno” en materia de seguridad ciudadana. Es el empoderamiento de la policía (mayor discrecionalidad, operatividad, recursos, incidencia en su diseño y desarrollo institucional, así como en las estrategias de control del delito, etc.) ante problemas sociopolíticos, los cuales son gestionados bajo una perspectiva predominantemente bélica y centralizada, orientada por los intereses de esta institución. Trayendo como consecuencia lógica un desgobierno político en procura de un autogobierno policial.
Ya desde la década de los ochenta Wilson y Kelling en su famoso artículo Broken Windows (convertido en un referente del pensamiento criminológico más conservador y antigarantista), sugerían la policialización para los problemas securitarios. Ellos no solo subordinaban a la comunidad bajo la lógica policial, sino que también minimizaban a la autoridad judicial ante la misma: “Normalmente, ningún juez ni jurado se topa con las personas involucradas en un conflicto acerca del nivel apropiado de orden en un barrio. Esto es cierto no sólo porque la mayoría de los casos se resuelven informalmente en las calles, sino también porque no existen criterios universales para guiar las disputas acerca del desorden, y un juez no sería entonces más idóneo o más eficiente que un policía”.
Así se expresa claramente la idea de la policialización de algunos procesos que deberían estar investidos de mínimas garantías judiciales, que son vistas por sectores autoritarios como obstáculos para un manejo eficiente de la conflictividad social. De allí que se le otorguen más poderes a las policías, a la vez que se les resta autoridad a fiscales y jueces.
Hay que tener cuidado tanto con la policización como con la policialización.