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El cuento más extraordinario jamás escrito en la literatura universal, del Tolstoi, se llama "El Pez de oro". Si usted lo ha leído y si usted lo entiende, es porque usted ha penetrado verdaderamente en la grandeza de ser pobre, y en la condición a veces desnaturalizada de ese ser que solemos llamar HUMANO. Este es un cuento que ha corrido de boca en boca desde hace milenios, proviene de la cultura más profunda del pueblo ruso. La raíz y las desgracias de este mundo se encuentran en envidiar y codiciar lo que otros tienen, en desvivirse por tener bienes materiales, en el egoísmo miserable por acumular riqueza, en entregarse en cuerpo y alma a un sistema económico que se sustenta sobre la explotación del hombre, y en regodearnos en el goce de ver a otros triturados por la miseria. Diré más: no puede haber democracia en un lugar donde hay un rico, porque allí se rompe la igualdad y no puede existir mucho menos justicia. Estados Unidos, que es el país con el mayor número de ricos del mundo, es por tanto el menos democrático y el más desigual de la tierra, y donde la justicia se sustenta en el aquel que pueda pagar los mejores bufetes para salir librado de sus crímenes, de sus abusos, de las injusticias que comete contra los demás.
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León Bloy (escritor católico) cuando veía a un pobre, a un hambriento, decía que ese desgraciado estaba pagando por nosotros. Todos los mendigos, los sin techos, los condenados de la tierra (véase Frantz Fanón), los migrantes de Asia, África y América Latina, todos ellos, están pagando por los que no tienen un pan, un maíz que comerse, por los que viven en la calle, por los que aún carecen de un techo que los cobije. Esto está en sintonía con aquellas palabras del Comandante Chávez, el 29 de febrero de 2004, cuando decía: "Hay países en el África negra y hermana, donde la esperanza de vida está en cuarenta años de edad, es terrible la situación del mundo. Y aquí en Venezuela lo que estamos haciendo es un esfuerzo gigantesco para cambiar de camino, para cambiar del camino al infierno al camino a la vida, para que nuestros niños puedan vivir, puedan alimentarse, puedan estudiar, puedan formarse integralmente; para que nuestras mujeres pueda parir dignamente; para que nuestros hombres y mujeres puedan trabajar, para que nuestros muchachos puedan estar en buenas escuelas, en buenas universidades o escuelas técnicas; para que nuestros ancianos puedan vivir con dignidad los últimos años de su vida, para que haya igualdad, para que el Reino que anuncio Cristo se haga verdad el Reino de la igualdad y el Reino de la justicia. Esa es nuestra lucha, esa es nuestra verdadera lucha. Y de este camino nada ni nadie, no nos apartará".
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"Ser rico es malo" es de las más grandes genialidades dichas por Chávez, así como que la cúpula eclesiástica es un tumor. Luego nuestros Comandante le declararía una guerra frontal al imperialismo hablando de los "YANQUIS DE MIERDA". No ha habido en este siglo XXI un político más genial, más valiente y arriesgado que nuestro Comandante Eterno. El hombre de las grandes verdades. Pero en cuanto Chávez decidió hablar claro a mucha gente le entró pánico (a muchos que se decían comunistas o izquierdistas). La claridad abrió un boquete en lo ideológico, en lo moral, Chávez había entrado en un terreno peligroso y terrible que nos llevaría a cambios tremendos en toda América Latina e hizo que surgieran nuevos líderes y mandatarios como Lula (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), Néstor Kirchner y su mujer Cristina, Fernando Lugo (Paraguay), Pepe Mujica y Tabare Vásquez (Uruguay), Evo Morales (Bolivia)…
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Según la revista Forbes, el estadounidense Warren Buffet, referente en el mundo de los grandes inversores y una de las personas más ricas del mundo, sentenció prepotentemente: "Hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos". No refiere el periodista, Euskal Herria: "…mientras Buffet, desde las alturas económicas reconoce la existencia de lo que siempre hemos conocido como lucha de clases, en el suelo llano de la existencia diaria de los trabajadores, esa idea se considera una especie de recuerdo malogrado del discurso marxista. Todo lo que Buffet y los suyos fomentan con estrategias ideológicas y económicas como el consumismo y el uso rápido de la tecnología, de la información, incluso de la emoción y la radicalidad de la vida, ha contribuido a perder la identidad que nos daba conciencia de clase. Y aunque no sea la más inminente, la respuesta más esperanzadora a la afirmación de Buffet, la escribió el poeta Mario Benedetti antes de acabar el siglo XX. "¿Qué pasaría si un día/despertamos dándonos/cuenta de que somos mayoría?/si nos organizamos, nos sumamos/y restamos al enemigo/que interrumpe el paso?".
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Bolívar, con sus excelsas virtudes y singulares dotes de probidad y generosidad, quien despreció la inmensa riqueza material en la que había nacido, que renunció a su salario durante 18 años incansables de lucha por darnos patria, y siendo él en su juventud un aristócrata que conoció el lujo más exquisito supo desafiar en la guerra los horrores más extremos, hambre y miserias, siendo en todo momento un ejemplo vivo contra las ideas liberales, pragmáticas, sensuales y materialistas que sostenía el filósofo más amado y admirado por Europa y Estados Unidos: Jeremías Bentham. Perdimos en aquel siglo XIX a este hombre y quedamos como enajenados, dando tumbos, como seres ciegos, sin rumbo ni concierto, en medio de ídolos destrozados y campos llenos de osamentas, estúpidos consumistas de lo que producen gringos y europeos, implorando como lo hizo el Jesús crucificado, mirando al cielo: "¿Señor, por qué nos has abandonado?"
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Chávez advirtió, iniciándose apenas el siglo XXI, que ser rico es malo, una sentencia extraordinariamente humana, con un sentido socialista y espiritual que muy pocos han entendido. Dijo que ser rico es malo, pero también sostuvo valientemente que la iglesia es un tumor para los cambios y para una revolución humanista. Grandes pensadores católicos como Jacques Maritain y León Bloy estuvieron en la misma línea del pensamiento humanista de Hugo Chávez. Basta con leerse las obras de León Bloy, "La sangre del pobre" y "El mendigo ingrato" para conocer el sentido profundo y noble de estas ideas de nuestro Comandante Chávez.
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Cuando aquí casi nadie creía, muriendo el siglo XX, que no podríamos salir del marasmo en que nos dejó con su muerte Bolívar, a los lejos surgió un rumor, un clarín de victoriosos presagios, el anuncio de una nueva lucha de independencia, en medio de las borrascas del mundo unipolar controlado por EE UU, en medio de la más penosa esclavitud global por parte del capitalismo. Apareció, sí, otro Jesús que nos dijo: "Anda Lázaro, levántate. Aquí estoy por mandato de una obra que quedó inconclusa, la que nos dejó el Libertador hace ciento setenta años. Vengo a luchar a vuestro lado, pueblo. Acompáñanos." Fue la voz que estremeció la madrugada del 4 de febrero de 1992. Era aquel Comandante en medio de fragor de la lucha, otra personalidad que irradiaba la fuerza de un nuevo y esplendoroso cambio, y sus palabras corrieron como lava de un volcán que incendió tantas almas sometidas, frustradas, resignadas y apocadas. Desde entonces nos fuimos llenando de fulgurantes y terribles frases que le sacarían ingenio y valor al pueblo. Era otra vez el brillo de la espada de Bolívar llamando a rebelarse, a los pueblos de América Latina.
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¿Cómo fue que Bolívar pudo sacudir las fibras de Chávez, y se desataron tantos demonios y no hubo más descanso, y pasó aquel ser de lo terrenal a lo eterno, a lo sublime? No sabemos si esto sucedió antes de decidirse por la carrera militar, si fue siendo todavía un escolar, frente a los libros que reseñan nuestras gestas patrias; si fue un día en el campo de Carabobo, en el Panteón, o en una de esas solitarias noches en las que uno deambula sin descanso bajo la angustia de tantos clamores. Luchas que son llamados a quemar las naves, en la que ya no nos importa que nos condenen, que nos señalen, que nos persigan y nos vituperen. Chávez descubre que hay una sola manera de vivir con dignidad y es rebelándonos contra los impostores y tiranos. Contra el imperio euro-yanqui. Vuelve a la historia patria que por aquí hace casi dos siglos, pasó un hombre con un mensaje lleno de ideas absolutas, pero que fue asesinado por los mismos opresores de la colonia para que continuase la oprobiosa dominación del sistema explotador español.
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Chávez, como Bolívar, se forjaba a sí mismo -según Gerhard Masur- gracias a su fortaleza nocturna. Entiende que lo que debe hacer es echar por tierra tantos dioses miserables que se adoraban como propios. Entendió que su misión debía ser la de abrirle los ojos al pueblo, ponerlo a pensar, llevarlo al altar de la patria. Desmoronar ídolos y falsos valores perversos con los que se asesina y se roba, y se castra a las masas.
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Por las calles solitarias, abatido el corazón en cada rostro Chávez veía al pueblo como a un ser encadenado que incluso se regodeaba en sus humillantes cadenas. Ante sí contemplaba el peor crimen de los opresores de su país: el haber hecho sentir al pueblo que la felicidad estaba en la resignación, en el depravado y delirante consumismo. Hay una ley suprema abstracta que todo eunuco predica con el fin de aspirar a entrar el cielo, y que hay que hacer pedazos. Chávez la hace añicos. Porque eso del paraíso también es una creación del negocio feudal en el monstruoso proceso de imposición de la conquista y de la colonización. Uno, para descubrir estas verdades tiene que rebelarse interiormente, y por eso Chávez declaraba que nadie es imprescindible en el proceso revolucionario bolivariano. Poseído por el espíritu del pensamiento bolivariano, se presenta ante un largo y extenso desierto plagado de víboras y mortíferas alimañas. Desciende de la montaña cual un Zaratustra, decidido a incendiar la pradera.
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Sabe Chávez, que sólo la lucha en medio de una gran adversidad preparará al pueblo para afrontar una empresa que adquirirá carácter continental. Por eso Chávez deja de ser simplemente un líder político para convertirse en un sentimiento, en un compromiso de lucha global. Recuerda en su deambular que Venezuela fue la primera posesión que declaró su independencia de los españoles. Que nosotros no teníamos nada, ni producíamos más que esclavos, seres hambrientos y marcados como animales que se vendían y se negociaban como reses a los españoles, franceses e ingleses. Que parecía imposible que aquí pudiese levantarse una Nación soberana e independiente teniendo al lado al imperio más terrorista de la tierra. Pero, así como aquel paso "demencial" del 19 de abril de 1810 que tuvo a los hombres de aquella hora, la exigencia la exigencia a este comienzo del siglo XXI, requería de un desafío igual o superior.
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Recordemos a Bolívar desde la Junta Patriótica cuando el terror comenzó a cundir entre los diputados, y fluían las culpas, temores y remordimientos, pero llegó el visionario cuya complejidad pudo contener todo el proceso, y sacudió a los neutros y sibilinos: vacilar es perderse. Iba a afrontar muchas guerras y derrotas, pero en él lo importante era resistir, edificar…, resistir, edificar…, hasta vencer. Una revolución en Occidente ("occidente", de paso, significa "el que mata") difícilmente se edifica sin tener que enfrentar al más tenebroso enemigo de la tierra: LOS GRINGOS, sin que se desaten los demonios del odio y la venganza de los poderosos… y estamos en ese proceso que nos llevará décadas, pero no hay otro camino…