La irresponsabilidad nos ha tenido, nos tiene, y nos tendrá jodidos

El capitalismo busca resueltamente explicar y sobre todo justificar la corrupción. Porque el corrupto, al fin y al cabo, es un emprendedor ávido de ganancia. Y sobre todo si es un emprendedor que busca hacerse rico a como dé lugar. Y que cuando se emprende, de manera capitalista, se aspira terminar colgado de un resultado rimbombantemente excedentario. Y el resultado tiene que lograrse, necesariamente, para no ser un perdedor, que es el adjetivo más estigmatizador en la cultura capitalista. Y para alcanzar ese resultado de ganador ostentoso, el fin justifica los medios. Y si el fin justifica los medios se entiende que, no quedan excluidos de ninguna manera, los delictuosos así termine criticándose la corrupción de los demás:

-¡Epa, agarren ese ladrón!- me permito gritar en la calle, cuando el ladrón soy yo… Y es un buen lugar común éste para garabatear el cinismo como cierta especie, a propósito de corrupción, adjunta y no categorizada.

Pues leía en la BBC Mundo un reportaje sobre la corrupción en Venezuela. Creo que fue hecho sin mucha mala intención, salvo la necesaria, por supuesto, para pretender desprestigiar al país (aunque discretamente) dentro de la ya secular campaña de desprestigio de la media nacional e internacional. No obstante, hallé en él algunas premisas que comparto, aunque mucho me duela…
Pero no puedo dejar pasar por alto, que partió de esta falacia: “La enorme cantidad de liquidez promueve la corrupción”. Y me pregunto: ¿Pero la corrupción de quién? ¡Pues la corrupción de la alta burguesía comercial! Claro, ¡Y, como hay burda de liquidez!.. Porque cuando no hay burda de liquidez, los pobres se la ven cuadrada entonces, y es cuando la corrupción es despreciable, simplemente, por ser la corrupción de los pobres… Y no obstante que el reporte comenzara a publicarse en 1993, y que Venezuela apareciera siempre desde entonces, entre los países más corruptos, cuando en la colonia los burócratas españoles se enriquecían groseramente y regresaban a la metrópoli; cuando Páez pasara de hiposuficiente a terrateniente tocador de violín en New York luego de ser derrotado, y cuando Gómez casi termina siendo dueño en tierras, de medio país, ¿se sabía cuáles eran los niveles de liquidez? Y cuando en los años 60 masas campesinas hambreadas se venían a Caracas a buscar su gotita de petróleo que no les llegaba allá luego de sesenta años de explotación petrolera y tener que vivir en ranchos a orillas del Guaire o de quebradas o en riscos resbaladizos (codicia de chivos) y ser explotados inmisericordemente y practicar el delito como forma casi obligada de sobrevivencia en muchos casos, ¿era preocupación, entonces, cuáles eran los niveles de liquidez? ¡Puras y simples gazmoñadas!

“Hacer un trámite en Venezuela no sólo es cuestión de tener los papeles en orden. También de conocer a alguien que lo agilice. O pagar una "comisión" para garantizarlo”. Cierto, coño… ¡Devastadoramente cierto!

“Desde sacar la licencia de conducir hasta comprar la leche, pasando por encontrar trabajo o conseguir un permiso de construcción, muchas de las interacciones sociales que uno establece en esta tierra petrolera suelen implicar cierto nivel de corrupción”. Cierto: esconden y se llevan la leche a Colombia, además de lo demás.

“En términos criollos, los trámites implican que uno "pague pa'l refresco", "pa'l café" o, en suma, se "baje con algo" (pague una suma de dinero). Una fórmula de la que, alternativamente, se puede zafar si se tiene "un primo" o incluso "un amigo" bien ubicado (o "enchufado"). Aunque eso no garantiza que el encargo salga gratis, porque el "enchufado" en cuestión bien puede terminar preguntando, y de nuevo en criollo, "¿cuánto hay pa' eso?". Cierto, recoño… ¡Calamitosamente cierto!

"Los venezolanos tienden a no pensar en términos de principios abstractos y normas éticas, sino en términos de individuos concretos que 'hacen lo correcto por los demás”. Cierto… Conmovedoramente cierto.

Las demás premisas resultan tonteras que sólo buscaban desacreditar al Estado: al “Estado omnipotente” del impoluto Marcel Granier y del requete impoluto Alberto Federico Ravel. Y sería interesante saber cuáles son los niveles de transparencia en la ONG Corrupción Internacional. Perdón, quise decir: los niveles de corrupción, en la ONG Transparencia Internacional.

Pero leyendo un artículo de Arturo Uslar Pietri de 1936 (un venezolano indudablemente reflexivo y genuinamente crítico; y diría, que hasta revolucionario), pude desbrozar en él, de la intención política general de su útil contenido, algunas afirmaciones que también comparto plenamente.

Significaba Uslar Pietri, que escasamente o nada podíamos alcanzar, mientras se mantuviera entre nosotros esa antigua, peligrosa y trimardita crisis de responsabilidad que nos socavaba. Que requeríamos una muchedumbre ennoblecida que no deformara sus propios pensamientos, que llamara al error por su nombre, viniera de donde viniere, gente que prefiriera el reproche tonto de los tontos y tontas, a la traición de la conciencia propia; en fin, gente responsable, porque el peor de nuestros grandes defectos - ¡1936! - es que ni somos ni se nos ha enseñado a ser responsables, y que, por tal razón, somos amigos de la facilidad, de la viveza, de la excusa; amigos de dejar lo de hoy para mañana, de hacer que los demás paguen por nosotros y que “amarre el bongo, no aquél que va a ser más útil a sus compañeros” sino el que acepta pacíficamente ser güevón o güevona… (Él hablaba en verdad de “tonto o algo más subido de color”… Me permití expresar aquí, lo más subido de color, para complementar al maestro y, tal vez homenajearlo, con motivo de su explicable autocensurado adjetivo de entonces). Y remataba diciendo que, necesitábamos crear y cultivar, la responsabilidad.

En lo particular estoy convencido, de que la corrupción que hoy nos corroe tiene su origen en esa inmortal falta de responsabilidad con la que nos han criado; claro, en menor o mayor medida. Incluso, me atrevo a certificar, que nuestra peor corrupción es la falta de responsabilidad… Y que nuestros burócratas (públicos o privados) pasan por corruptos, más por irresponsables e indolentes, que por cualquier otra cosa. No se comprometen en ningún nivel. No honran el compromiso de servir solícita y solidariamente porque no tienen conciencia de que son servidores, sino seres poderosos… Resultan mal educados y retrecheros. Al extremo que obligan a que se acuda a ellos predispuestos a que nos dejen plantados… No les gusta aprender ni siquiera acerca del área donde dicen trabajar, salvo para marramuciar… Porque quizás la irresponsabilidad sea un asunto de sutileza. Sutileza entendida como un decir o sensación excesivamente sagaz y carente de exactitud. Vale apuntar: si preguntara qué diferencia hay entre la lámpara maravillosa de Aladino, y un hotel llamado “Maravillosa Lámpara de Aladino”, qué pudiera contestarme alguien. Pudiera ser por ejemplo que, si frotas la lámpara de Aladino, emana de ella un genio papeao y complaciente. Mientras que, si la frotas en el hotel “Maravillosa Lámpara de Aladino”, te sale polvo… El primer frote resultó engañoso, mientras que el segundo, resultó real. Así son las confusiones marramuceras. Ves?

Ahora, qué significa ser responsable. Una definición simple, pero no por ello, menos eficaz, sería decir que es asumir con decoro nuestras respectivas obligaciones, tanto, como las consecuencias de las acciones y decisiones que de ellas se deriven. Ni más ni menos. Ahora, ¿uno nace responsable, o lo hacen responsable? ¿Un irresponsable sería capaz de tener conciencia de su irresponsabilidad, sin saber lo que significa ser responsable, porque nunca se lo enseñaron? Y en el caso de que se enseñara: ¿la responsabilidad vendría a ser un valor, o una molesta carga que se le impone casi que cruelmente a un niño o a una niña?

A ser responsable se enseña. O al menos se puede enseñar. ¿Y quién o quiénes lo enseñan? Pues los que sienten amor; verdadero amor por los niños y niñas. En primer término los padres y luego los maestros. Y en ausencia de ellos, cualquier otro ser luminoso que de ellos se apiade. ¿Y cómo se enseña? Salvo mejor método explicándole a los niños y niñas que en toda edad se requiere tener una responsabilidad proporcional y evitar a toda costa la sobreprotección: una perversa manera de engendrar la irresponsabilidad en estos pulcros venezolanos en plena germinación.



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Raúl Betancourt López


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