Voceros del poder constituido y hombres de negocios vuelven a arremeter con una nueva escalada minera carbonífera en el Zulia; esta vez, nada más y nada menos que en las meras cuencas de los ríos Socuy y Cachirí, vale decir, los embalses de Tulé y Manuelote: el agua de los zulianos en el norte del estado, incluida la ciudad de Maracaibo.
A finales de los setenta se vendió la apertura de las minas carboneras en el Guasare (Caño Paso del Diablo) bajo el engaño del desarrollo sidero-carbonífero. El señuelo esta vez es la instalación de una termoeléctrica en base a carbón.
En un país serio, en un gobierno decente, lo mínimo que se esperaría de las autoridades antes de emprender una aventura anti ecológica como ésta, es un balance de la explotación del carbón, que le permita a la comunidad saber los resultados económicos, sociales, culturales y ambientales de esa minería, que en el caso zuliano, se ha desarrollado a cielo abierto.
Pero lo que ha ocurrido aquí con el asunto es todo lo contrario: nadie sabe a ciencia cierta ni los números ni los beneficios y perjuicios causados. Nadie nos informa sobre los niveles de dióxido de carbono y dióxido de azufre emitidos por esta minería. Nadie sabe cuántos litros de aguas residuales contaminadas han ido a parar a los ríos y caños de la zona, ni cuántas partículas de polvo de carbón flotan en el aire. Nadie sabe cuántas hectáreas han deforestado, ni el impacto que esto ha tenido en la erosión ribereña y sedimentación de la Laguna de Sinamaica.
Los principios constitucionales de transparencia, rendición de cuentas, información oportuna y veraz, democracia participativa y protagónica, protección del ambiente y la biodiversidad, son parte de las víctimas del negocio carbonífero tal como se ha producido.
Claro que hay quienes se han beneficiado del negocio más allá de algunos empleos generados en la extracción y transporte, y los impuestos municipales y regalías a que está obligada por ley la empresa operadora.
El problema es que las minas de carbón que se quieren activar so pretexto del déficit eléctrico, invaden perniciosamente las fuentes del agua que consumimos, y el carácter masivo que intentan imprimirle a la extracción, será sin duda la muerte de la única cuenca hidrográfica del noroeste del Zulia, cuyas aguas sanadoras llegan al Lago de Maracaibo en el delta del río Limón entre Moján y Toas.
Resulta extraño que un país rico en petróleo y gas, donde se habla de gasoductos transcontinentales, y en una zona donde se lleva a cabo un ambicioso proyecto con energía eólica, se oigan voces invocando a la menos eficiente y más sucia fuente de energía. Realmente es un disparate.
Todo indica que 2014 será el año de la batalla ambiental más importante del país, para detener a tiempo el exabrupto de dejarnos sin agua para ensuciarnos de carbón. Por suerte Chávez está de nuestro lado.
Ildefonso Finol
Constituyente de 1999