Finalizada la década del 60 del siglo pasado con la derrota político-militar del movimiento revolucionario, la ocupación de las universidades por el gobierno de Rafael Caldera (socialcristiano), el nacimiento de movimientos como el MAS que se autocalificaron de “nueva fuerza comunista” y enseguida arreció la lucha ideológica.
Revisionistas, maoístas, socialdemócratas, socialistas, marxistas-leninistas debatían, unos, otros descalificaban. Epítetos iban y venían. Traidores, “son hijos del pueblo pero lo traicionaron”, aventureros, en fin, una lucha encarnizada. Unas veces cargada de contenido, otras un discurso vacío. Para algunos socialistas denunciar que saltaron la talanquera no era más que ser “ultraizquierdista”, también desenmascarar a quienes pregonaban que había que lavar la cara del capitalismo para que tuviera “rostro humano y social” sin importa para nada la salvaje explotación pertenecían a esa especie ubicada “más allá de la izquierda”.
Del lado revolucionario le devolvían la pelota. “No hay que conciliar con el enemigo de clase ni con sus expresiones políticas”. Por tanto, había que impulsar la educación política-ideológica, mantenerse en la trinchera de lucha al lado del pueblo, ser intransigente con los reformistas y con los conciliadores. La estrategia era la toma del poder político, crear una verdadera democracia popular para un tránsito seguro al socialismo, lo cual pasa por organizar y educar al pueblo en los valores socialistas y para que tome y asume conciencia de clase para derrotar a sus enemigos históricos.
Criticar con ánimo de corregir errores, no conciliar con el enemigo de clase, defender el legado de nuestro comandante Eterno Hugo Chávez no es ser Judas, no es ser traidor.
Por simple lógica se entiende que dialogar con factores de oposición no es conciliar, claudicar ni detener el proceso, pero arremeter contra quienes nos oponemos volver al pasado y mantenemos nuestra condición de revolucionarios y defendemos la revolución el epíteto de “ultras” no detendrá la crítica y la autocrítica.
Por eso, la ultra vez tiene mucha vigencia.
( * ) Periodista-Politólogo