El comercio es una actividad inherente a la evolución material de la especie humana. Como
toda actividad del hombre está en relación dialéctica con otros aspectos de lo social: lo
cultural, lo ideológico, lo científico y hasta lo espiritual.
En nuestra América, la historia de la actividad comercial se cuantifica en milenios. En
el Perú prehistórico, hace cuatro mil quinientos años, ya existía el comercio a larga
distancia. La evidencia arqueológica demuestra que un vidrio volcánico que se utilizaba
para hacer instrumentos cortantes (la obsidiana) era extraído de una cantera en el valle
de Colca [1] y después distribuído a distancias de hasta trescientos kilómetros.
En el momento que vivimos, el desarrollo de los medios de comunicación hace inevitable, a
mi juicio, la integración comercial de los pueblos de América. Pero de la forma que tome
esta integración va a depender nuestro futuro, nuestra existencia misma como una unidad
cultural. Examinemos el impacto del ALCA en tres aspectos de la realidad de latinoamérica:
1) Hace cinco mil años que los pobladores de México cultivan el maíz. Itzamná Kauil,
Centéotl, Xilonen, Bidoo Cozobi y otros dioses del maíz forman el centro sagrado de la
civilización Mexicana. En 1990 40% de la tierra cultivable se dedicaba al maíz y México
producía casi todo el máiz que utilizaba. Pero en el 2002 México importó de los Estados
Unidos la cuarta parte del maíz que consumió. EL ALCA acelerará nuestra desintegración
cultural.
Por el contrario, el comercio con casi trescientos millones de latinoamericanos que
comparten nuestro legado histórico, fortalecerá nuestra identidad. Basta pensar aquí en
el efecto que tendría la difusión de nuestra producción artística. Una cosa es ser meros
receptores de la industria cultural norteamericana y otra posicionarse en el mundo como
productores de cultura. Las ventajas que nos ofrece la sintesis histórica de lo indígena,
lo africano y lo ibérico son ilimitadas.
2) El ALCA es una extensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
EL TLCAN, suscrito entre Canadá, Estados Unidos y México es un producto del pensamiento
de extrema derecha que ha dominado el escenario político norteamericano durante el último
cuarto de siglo. En los mismos Estados Unidos los resultados de este pensamiento están a
la vista: concentración de la riqueza [1], emergencia de marginalidad social, que se
expresa, por ejemplo, en los millones de personas que ahora carecen de hogar [2]. En
México, diez años de TCLAN han profundizado la marginación económica y social de la
mayoría de la población.
Nuestro ingreso a MERCOSUR, en contraposición, tiene lugar en el marco de una política
económica que combate agresivamente la pobreza y la marginalidad social.
3) Nuestro bienestar depende de la libertad que tengamos para decidir nuestro rumbo
político, para definir en que forma en que serán distribuidos los bienes sociales fruto
de nuestro trabajo. Bajo el TCLAN los gobiernos de Canadá y México han renunciado a buena
parte de su soberanía. El TCLAN crea una comisión secreta de empresas multinacionales que
decide cuando un gobierno viola las condiciones de libre comercio e impone penalidades
económicas severas cuando en sus deliberaciones, también secretas, determina que un
gobierno viola la libre competencia internacional. Demás está decir que el gobierno de
los Estados Unidos viola esta "libre competencia" a su antojo. Los mismos empresarios que
controlan la comisión secreta controlan el gobierno de los Estados Unidos. Y controlan,
por supuesto, las armas nucleares, las armas de destrucción masiva.
Julio Borges, creado y controlado por los mismas empresas multinacionales nos dice, cual
angelito a punto de ser mordido por un alevoso peluche:
"..un ingreso efectivo (de Venezuela) como miembro pleno de Mercosur sólo debe producirse
cuando Venezuela esté preparada para competir en las mismas condiciones con los demás
países integrantes."
Por favor.
*Gustavo J. Mata
/Físico, Profesor Universitario/
gmata@telcel.net.ve