Revisando las páginas de opinión de algunos medios comprometidos con el proceso, infelizmente me topé con unos camaradas advenidos en sensores de la rectitud revolucionaria, los cuales sin más elementos que las elucubraciones devenidas de la madejas de contradicciones de su hacer teórico-práctico, culpan de todos sus fracasos, personales, estructurales y grupales, al Jefe del estado y a su equipo de gobierno. Una conducta cuando menos suicida, para no pensar que es con intencionalidad destructiva, sino por incomprensión del momento histórico que se vive.
Podemos llamarlos simplemente los eternos inmaduros de la izquierda o los exquisitos analistas de real y medio, a los que solo les basta un cafetín como escenario, un alarmista titular de un diario como fuente y un grupo para escucharles sus elucubraciones moralistas, vacías y sin fundamento, cargadas de culpas y culpables, de chismes e infundios, de medias verdades y muchas mentiras.
Lo peor es que, mucho de ellos se sirven del Estado, de la revolución, se uniforman de rojo, cantan consignas y hasta lucen bienes de licito proceder, espero: carros, casas, etc, pero que sin dudas son posibles gracias a este proceso histórico en el cual estamos inmersos los venezolanos y al que protegeremos hasta de nosotros mismo con nuestra vida.
Esa gente, esos camaradas, son víctimas de sus juicios a priori y no entiende que el problema no es los que están al servicio directo del estado, sino los estamos en la construcción del socialismos y tenemos conciencia de lo enorme que es revertir en quince años de revolución el daño que nos hizo quinientos años de dominación.
En consecuencia no se trata de justificar los errores cometidos, de lo que se trata es de despejar el trigo: los aciertos; de la paja: las desconsiderada critica que obvia la lucha y los éxitos alcanzados y personaliza las derrotas, circunstanciales y propia del combate que a diario sostenemos.
Criticar, es bueno, saludable y enriquecedor, cuando los objetivos están claros y las observaciones son para corregir, pero opinar desde la disconformidad por no haber logrado aspiraciones minúsculas y personales, destruir razones históricas con argumentos fatuos e inmediatistas, desconocer la realidad e injuriar a quien tiene el mando, revela un afán megalómano con el que se distrae la atención de los descuidados, y se recrea una danza de idioteces sobre el tapete de los medios, con la conjura de los autodenominados sabios, profetas de un socialismo complaciente y entreguistas, que se solaza con las veleidades de la pequeña burguesía y sus rituales de confort.
Cuidado, alerta, es urgente la disciplina o el enemigo nos devorara. Sigamos juntos por la construcción del socialismo.