Desde el rompimiento con la metrópoli española, Venezuela siempre ha girado en torno a la figura de hombres de con grandes carismas y personalidades arrolladoras. Las instituciones, todas ellas, de alguna u otra manera obedecen a los intereses de estos grandes hombres. Existen numerosos estudios sobre este tema.
En todo caso mi opinión personal es que Venezuela luego de roto su nexo colonial ha dependido más que de las instituciones de los grandes hombres que les ha tocado conducirla. No hay espacio para evaluar si esto es bueno o malo, solo digo que así ha ocurrido. Bolívar, Páez, Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt y Chávez. Cada etapa histórica contó con la rúbrica de estos venezolanos, para mal o para bien. Con la desaparición de cada uno de ellos sobrevino un período de transición que significó en algunos casos la imitación de su antecesor o el intento por diferenciarse; de cualquier modo, nunca fue lo mismo.
Chávez significó en nuestra historia contemporánea una nueva etapa histórica y, digo significó en pasado, porque por más que se empeñen en decir que tal o cual grupo es su heredero en ningún caso es lo mismo. No puede ser de otra manera la razón biológica de los hombres los acompaña hasta su desaparición física y la razón histórica de los mismos sólo podrá evaluarse muchos años después. Nadie es heredero del pensamiento ni menos de la acción de Chávez, su pensamiento y su acción murieron con él. Lo que puede haber es sí interpretaciones de su pensamiento y de su acción y ambas no le pertenecen a nadie más que a quienes las enarbolan. De allí que es una soberana necedad decirse hijo de Chávez para refutar la idea de otro que también disputa las ideas de éste. Chávez logró cohesionar, por la vía del hecho, a la izquierda y a la derecha venezolana. Esa es una de sus grandes virtudes: aclarar el panorama político venezolano.
Con la muerte de Chávez esto ya no es así. Hoy día todo es confuso. Por ello es tan difícil, en primer término, entender algunas medidas tomadas por el gobierno y en segundo lugar, diferenciar el discurso de un dirigente del PSUV de uno de la MUD. Esto ha sido recurrente en la historia venezolana, baste recordar los primeros años de república independiente cuando los autodenominados liberales en la práctica tornaban en conservadores y viceversa.
No hay duda que hoy en Venezuela reina la confusión, es difícil diferenciar entre una supuesta posición gubernamental de una opositora. Muchas señales confunden, como esa de Maduro hablando con Miguel Cocchiola muy animadamente, porque supuestamente hay que llegar a un entendimiento, cuando siendo que antes le juró cárcel por corrupto; cómo no estar confundido cuando Mazuco hoy nos da cátedra de moral en la Asamblea Nacional mientras que varios camaradas están presos porque no acataron la “línea” del PSUV en las municipales. Cómo entender que haya una devaluación, pero no; cómo entender que los responsables del contrabando de extracción son los bachaqueros pero no la Guardia Nacional en donde por sus narices pasa el mayor número de contrabando, ni el gobierno colombiano que permite la venta ilegal de esos productos en su territorio; cómo entender el desarme, si en las cárceles siguen mandando los PRANES y en las calle los malandros.
En definitiva ni la MUD es la MUD, ni el PSUV es el PSUV, ni MADURO es Chávez.
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