Su talante es de quien recién hubiera bajado del Monte Sinaí trayendo en sus manos la verdad de todas las cosas, las respuestas a todas las preguntas, o sea, el saber total y omnipotente. No son las tablas de la Ley mosaica lo que enarbola, no, son “Los Clásicos” (¿?); no era Dios quien lo convocó, era el mismísimo Marx en cuerpo y alma –o quizá Chávez que se materializa de cuando en cuando, entregándole en su defecto el “Plan de la Patria original”. Iracundo fustiga a las “masas” que no dejan de adorar al “maburro” de oro y no le paran a él, único poseedor de la luz que alumbra, no solo la montaña, si no también, el final del túnel, en el que nos ha metido este inepto, kerenskiano y traidor gobierno.
Pero no siempre fue así, es solo de un tiempo a esta parte. Antes era pura alabanza, no hubo crítica alguna (ni puel coño), todo marchaba de las mil maravillas. Siempre citado por el Comandante como el oráculo del proceso, todo estaba claro, incluso aquello de que estábamos en una etapa de tránsito al socialismo que, a según, es una etapa de tránsito, es decir, transitamos una etapa de transición a la etapa de tránsito… ¿no sé si me explico? Eso sin hacer alusión a la “espiritualidad”, al “amor” con que debe construirse el socialismo. Y de golpe y porrazo Maduro es restaurador de lo que jamás se ha desmantelado y la única espiritualidad posible es que de las “masas” se apodere el espíritu de Atila.
Todo esto y muchas otras cosas suenan tan endiabladamente ¿o angelicalmente? contradictorias, que bien pudiera sugerirse que estamos frente a dos personas distintas, que quien otrora alababa no es el mismo que ahora apunta con su flamígero índice. Pero lo que más llama la atención es cómo se puede escribir entre dos siendo el mismo, cómo una mano puede llamarse de una forma distinta a la otra ¿Será, como se lee en Wikipedia un trastorno de identidad disociativo? Afortunadamente la enciclopedia virtual nos asegura más adelante que esta patología nada tiene que ver con la esquizofrenia, cosa altamente tranquilizante. Pero al final nos queda una pequeña duda: ¿Será el Dr. Jeckyll el que lisonjeaba al camarada Chávez y Mr. Hide el que critica al presidente Maduro? O será al revés.
Una travesía imaginativa por el mundo literario del creador de estos personajes, trastocando los deseos con la realidad –cosa que suele sucederle, con no poca frecuencia, a los de personalidad múltiple- nos situaría ante un risueño y satisfecho Dr Jekyll soñando un stevensoniano dulce cuento de terror, de masas enfebrecidas, volcadas a la calle y tomando venganza “revolucionaria” contra todo aquello que no huela a socialismo y originalidad. No quiero ser aguafiestas pero para el socialismo, ahora es cuando falta Mr. Hyde (o debo dirigirme al Dr. Jekyll) y no logramos nada regurgitando conceptos de un marxismo mal masticado y haciéndole creer a la gente que es ahora o nunca. ¿No estaremos bien maduros para jugar con fósforos?
Saludos revolucionarios
Jutor2000@gmail.com