El caos que se ha querido desatar en Venezuela en gran medida ha sido provocado desde el extranjero. Esta ayuda ha consistido principalmente en dinero, armas y pertrechos, entrenamiento y promesas de visas, pero sobre todo con el despliegue de propaganda para exacerbar el conflicto a lo interno de la patria venezolana así como para obtener apoyo en el exterior.
Nadie discute que la protesta es saludable y esencial. Sin embargo, constituye un gran error confundir la manifestación pacífica del descontento con la destrucción y con la violencia, desliz inducido e inoculado con gran profusión en los sectores mayoritarios de la oposición que pretende tumbar al gobierno; y aunque la violencia es inherente a la fuerza de las cosas mismas, caen en el desacierto de justificar la destrucción por la destrucción y la violencia por la violencia como tal. Aquí la violencia no cumple su función de válvula de escape, tiene un objetivo bien claro, humillar y derrotar a la Revolución Bolivariana.
En su motivación psicológica a los extremistas de la derecha venezolana que lideran la protesta insurreccional en curso, los mueve, además, un deseo de expresar su odio y su afán de venganza por haber sido desplazados del poder y por el ascenso de las capas populares; los motiva, igualmente, un deseo de destruir, de matar y perturbar la paz de la nación.
En su mayoría, los guarimberos, son los hijos de la clase media, imitadora de la burguesía esa, bajo cuya dirección actúa, quienes hoy recurren al extremismo político, a la violencia y hasta el homicidio, en esta primera fase del Golpe de Estado; cuya práctica ha ido evolucionando en los últimos días hacia acciones más lúgubres como el asesinato selectivo y hacia el terrorismo contra los bienes de la colectividad y contra las personas.
Ahora bien, la derrota de los terroristas pasa por demostrarles que su accionar es inoperante, tanto en el corto como en el largo plazo. Por lo tanto la tarea primordial para ese cometido le corresponde a la FANB y a la Policía Nacional Bolivariana, pero deben contar con un pueblo dispuesto a cooperar y con unos medios de difusión que jueguen su papel vital de informar veraz y oportunamente para poder vencerlos en su intento malsano. Por lo demás, se cuenta con un gobierno sereno y resuelto y con un Comandante en Jefe que ha demostrado tener aplomo y confianza en sí mismo, lo cual es imprescindible en esta hora estelar; quien está al tanto de que el camino que conduce directamente a la paz es un campo indeterminado y está lleno de posibilidades de toda índole.
En otro plano, vale decir, que la movilización de las masas populares es necesaria para alcanzar la victoria definitiva en esta nueva oportunidad de liberación nacional que se nos presenta. Que hay que bajarle los humos a la derecha venezolana que se cree superior y predestinada por la Divina Providencia a gobernarnos.
Es la hora del pueblo. Nada de actitudes contemplativas y de complejos de inferioridad frente a la burguesía y al imperio estadounidense. Contamos con una importante reserva moral. Contamos, de ser requeridas por las circunstancias, con la cólera y la sangre del bravo pueblo como garantía segura para la construcción del Socialismo que el Comandante Hugo Chávez nos dejo como tarea principal.
No se nos olvide que la violencia revolucionaria eleva al pueblo a la altura de cualquier dirigente. Con o sin llamado el pueblo va a combatir. No lo sigan provocando. Acaso no sabe la oligarquía que iluminado por la violencia, la conciencia del pueblo se rebela contra toda imposición; pero que de igual modo entraba los esfuerzos de los demagogos optimistas y de los magos de la mistificación. Solo la violencia ejercida por el pueblo, la violencia organizada y aclarada por la dirección permite a las masas descifrar la realidad social, le da la clave de ésta. Sin esa lucha, sin ese conocimiento en la praxis, no hay sino carnavales chéveres y estribillo.
Ahora más que nunca tengo fe en el pueblo chavista. Apuesto por la redención revolucionaria y por el socialismo.