¡Cuidado con la integración!

Tal vez esta alerta resulte extemporánea, pero debemos lanzarla:

El tema de la unión entre los pueblos tuvo como objetivo primario la paz para todos sus integrantes, y esto data desde los tiempos más primitivos cuyo de estado de beligerancia recíproca era su pan de cada día. Con el correr del tiempo, esa unión se trastrocó en imperialismo, única manera de ponerle freno a uniones formadas por países serviles que ya habían sido sometidos por la fuerza. Fue así como conocimos a los griegos, lacedemonios, persas, egipcios, otomanos, árabes, y posteriormente a españoles, lusitanos, ingleses, franceses, holandeses, mongólicos, etc., y fue también así como modernamente aparecieron los mismos ingleses, los mismos holandeses, los mismos franceses, y su máximo representante en América: los norteamericanos de EE UU.

Pero, desde el siglo XVI para acá los motivos unionistas han respondido fundamentalmente al deseo de riqueza fácil, ora por la vía de la colonización esclavizante y enfeudalizadora, ora por la insaciable e imperiosa necesidad económica de acrecentar la riqueza preobtenida. Efectiva y contemporáneamente , cada dólar, cada peseta, cada libra esterlina, llevan acuñado el mandato genético de sus multiplicación, so pena de muerte económica para su progenitor o propietario, eufemísticamente llamado inversionista, industrial o empresario.

Ya definitivamente los motivos integracionistas contemporáneos tienen una sola razón de ser: el imperio de un macropaís sobre el resto de aquellos países que por razones no menos imperialistas fueron quedando en la cola en la carrera desenfrenada de la acumulación de riqueza burguesa.

Cuando el caraqueño Simón Bolívar planteó la necesidad de integrarnos para hacerle frente al coloso norteamericano, que ya evidenciaba garras imperiales, casi todos los países colombianos e hispanoamericanos marchaban sobre tierra esclava y feudaloide, de tal manera que la oportunidad de éxito en esa lucha resultaba viable y factible, habida cuenta que los aristócratas de la época tenían intereses muy comunes, y hasta salieron vencedores en su intento.

Sabemos que Bolívar triunfó en su lucha independentista e integracionista, aunque posteriormente los agentes desintegracionistas, con el llanero Paéz a la cabeza, dio al traste con la recién formada Gran Colombia.

Bien, esas probabilidades de éxito integracionista de ahora no nos lucen tan expeditas ni facturables desde los cómodos despachos ejecutivos de los palacios presidenciales, ni tan positivas ni eficaces para los pueblos que la representen sobre un piso económico que se caracteriza por el desigual desarrollo económico exhibido por cada uno los países *integrables*, ante la real coexistencia , por lo general antagónica, entre los variopintos intereses económicos que poseen exógenamente unos países respecto a otros, y unas clases y estratos sociales sobre otros dentro de cada país.

Creemos, más bien, que en esos intentos y realizaciones integracionistas se corre el albur de facilitarle las cosas al imperio, ya que no necesariamente *lo que sea bueno para el pavo tiene por qué serlo para la pava*. Por ejemplo: Los sindicatos de obreros han servido fundamentalmente para que el patronato negocie mejor y más directamente la subpaga salarial; la unión de las provincias de los países modernos ha facilitado los conocidos ventajismos de la capìtal sobre esas subalternas provincias; en las asociaciones comerciales, los miembros de mayor capital terminan ignorando y exprimiendo a los de menor poder económico. En los unidos ejércitos nacionales, la soldadesca siempre lleva la peor parte, siendo la que pone y expone su pelleja en las confrontaciones bélicas, etc., etc. La ONU y la OEA han servido más a los países imperiales que los débiles que allí tan ingenueanmente se hallan afiliados.

Por todo eso, debemos observar y mirar con cuidado estos denodados y onerosos esfuerzos que hace Venezuela por unirnos e integrarnos con otros países, de lenguas diferentes y de culturas variadas, pero sobre todo porque en esas integraciones también resultarán sobreintegradas y reforzadas las clases poderosas de cada país , con lo cual hay pocas probabilidades de mejoría para las trabajadores residentes en cada uno de esos integrados, amén de que a los imperios les resultará más expedito negociar con los comandantes de dichas integraciones.


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Manuel Martínez


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