Cuando a la oposición la invitan a dialogar se envalentona e insufla. Por estos días, con el pajarito preñado de que el 75% de abstención son votos suyos, está que no cree en nadie, como tampoco cae en cuenta de su “autosuicidio”. También los bolivarianos pecan de ingenuos al pensar que se puede negociar con un sector de cien cabezas y cien intereses distintos, contrapuestos, irreconciliables.
El diálogo es urgente y vital pero entre los mismos opositores. El país lo reclama y necesita. Primero, cada partido debe poner a negociar a sus distintas facciones internas. Lo mismo han de hacer los grupos económicos, religiosos y mediáticos. Una vez alcanzado un mínimo consenso en sus entrañas, corresponde instalar una mesa de diálogo entre todos ellos, a ver qué sacan.
Si Luis Emilio Rondón, Pastor Heydra y Ramos Allup dirimen sus odios; si Primero Justicia tranquiliza a sus irritadas bases que están exigiendo elecciones ya; si el MAS soluciona el asunto de la renuncia que le reclaman a Mujica y Puchi; si Petkoff y Borges declinan sus madrugadoras candidaturas; si COPEI y Proyecto Venezuela dan signos de vida; si Ledezma y Oscar Pérez solventan su feroz pugna mediática, entonces podrán intentar la búsqueda de un camino común. Y no olviden a Súmate, que tiene los dólares enviados por Bush.
Por más interés que tenga el gobierno en el diálogo democrático, éste resultará inútil si los interlocutores van con propuestas distintas y agendas ocultas entre ellos mismos. ¿De qué sirve su pregonada unidad si a última hora sale AD y la rompe sin consultar a nadie? Tienen que ponerse de acuerdo, de ser necesario notariar las decisiones y llevar cada quien su respectivo fiador. En el supuesto de alcanzar un mínimo estadio de armonía, todavía deben separar nítidamente a los que creen en la democracia de aquellos que sólo piensan en la conspiración, el golpe de Estado, el magnicidio o cualquier otra vía rápida anclada al “vete ya”.
El panorama en el plazo inmediato no es alentador. La extrema derecha no digiere a los colaboracionistas, como apostrofan con desprecio a los electoralistas. Algunos medios por su parte, aliados con los talibanes descerebrados, imponen matrices de opinión a la que terminan sucumbiendo, con pánico, los viejos partidos, aunque después expresen arrepentimiento. La franquicia Súmate no deja regañarlos en avisos a página completa pagados por la NED. Las decisiones tomadas cambian diametralmente de la noche a la mañana con un toquecito empresarial o una visita de la embajada.
¿Cómo creen los bolivarianos que van a dialogar con este pandemónium de intereses contrapuestos? Si entre ellos no se ponen de acuerdo, ¿piensa el gobierno que se puede lograr algo concreto y consensuado en una negociación? En política, sin embargo, no hay imposibles. Tarde o temprano la oposición encontrará su camino, se deslastrará de aventureros y truhanes, dejará atrás a los cadáveres políticos, se zafará del yugo mediático, le perderá el miedo a Súmate y diseñará un proyecto de país del que hoy carece. Cuando esto ocurra se convertirá en una real opción de poder a largo plazo. Será algo saludable para el país y la democracia. Mientras tanto, el diálogo con cartas marcadas y puñales ocultos mantendrá el insaciable canibalismo en ese sector. Ojalá 2006 les regale una luz y un camino y puedan entenderse entre ellos. La historia, en ascuas, los observa.